Con respecto al informe de la OECD referente a transferencias monetarias, el viejo argumento de que la Constitución de 1991 impuso restricciones al presupuesto del gobierno nacional ha vuelto a usarse. El otro viejo argumento sobre lo oneroso del salario mínimo en Colombia también regresó.

La supuesta restricción que impone, sobre el presupuesto nacional, la orden constitucional que la pensión debe ser garantizada con el monto de un salario mínimo, me resulta curiosa. El mismo informe de la OECD muestra que el gasto público destinado a las personas de la tercera edad (la cual es la población sujeta de análisis) es el más bajo comparado con los países de Latinoamérica. Si las transferencias a la tercera edad fueran un problema fiscal yo esperaría más peso de dicha participación porcentual. Pero no es así.

Es aún más curioso que se proponga reformar el sistema pensional con el propósito de reducir la desigualdad y la pobreza en la tercera edad usando como principal iniciativa la reducción del salario mínimo como monto mínimo de las pensiones. Si se tiene en cuenta el monto de la línea de pobreza, es evidente que el salario mínimo lo sobrepasa. Me pregunto ¿por qué querría el gobierno evitar reducir la pobreza y mejorar en algo los ingresos de los miembros de la tercera edad y así exhibir resultados positivos?

Detrás de todas estas propuestas se filtra la idea de que Colombia posee un salario mínimo muy alto. Me causa pensamientos paradójicos que se crea que la situación pensional en Colombia va a mejorar si el salario mínimo se mantiene en cintura. De hecho, considero que se requiere de un salario mínimo más alto para dinamizar a la economía nacional.

Al fin y al cabo, históricamente no usamos más del 80% de la capacidad instalada. Un piso salarial mínimo junto a políticas de inversiones que vayan detrás de grandes apuestas con el esquema de banca del desarrollo, generaría más empleo formal y contribuiría al sistema pensional. El frágil sistema colombiano no es culpa del ínfimo salario mínimo. Sino más bien de que no poseemos una sólida base de acumulación de capital.

La OECD nos trae un viejo diálogo. Nos dice que así se hace en los países desarrollados. La realidad es que no somos un país desarrollado. Lo único que debería afanarnos a imitar de las economías desarrolladas, como la estadounidense, es alcanzar la soberanía monetaria para dejar atrás el viejo discurso de las restricciones sobre el presupuesto.

*Profesor del IEEC, Uninorte.