La semana pasada tuve la oportunidad de asistir a un taller, convocado por la Alcaldía Distrital y Findeter, en el que se divulgaron los avances de la formulación del Plan Maestro de Espacio Público –PMEP– de Barranquilla, consultoría elaborada por la firma británica Arup, con fondos donados por el Gobierno del Reino Unido. En el encuentro fue posible observar, a nivel esquemático, las propuestas de intervención que se pretenden implementar en la ciudad para mejorar cualitativa y cuantitativamente nuestro maltrecho y escaso espacio público.

En su diseño, el PMEP ha considerado algunas de las variables más importantes de la ciudad: su condición frente al mar y al río, su sistema de arroyos, sus parques y plazas, y los lineamientos establecidos en el Plan de Ordenamiento Territorial; un trabajo ambicioso que plantea intervenciones de gran impacto. Es un plan que requiere, como todos los planes, continuidad y constancia, un compromiso que debe superar los arbitrarios límites que imponen los periodos administrativos de las alcaldías.

Sin embargo, el PMEP ha dejado de lado, según lo que pude observar en el taller, consideraciones sobre el espacio público más significativo de todos: el andén. Logra comprenderse que ante el déficit de espacios de encuentro para la comunidad, los ciudadanos perciban que son solo las intervenciones de gran tamaño las que definen el espacio público; es tal la carencia, que se esperan grandes actuaciones y sumar metros cuadrados mediante parques de escala metropolitana.

Lo anterior no puede hacernos olvidar que es en los andenes donde se siente la vitalidad de un lugar. Un andén es mucho más que una cinta de concreto o adoquín para caminar. Es el sitio donde se generan las mayores interacciones cotidianas, donde ocurre el tránsito de lo público a lo privado, la vitrina natural donde vemos el discurrir del mayor atractivo que tiene una ciudad: las personas. Lastimosamente en nuestra ciudad, circunstancias particulares asociadas a problemas de seguridad, malos diseños y escasa preocupación por los factores climáticos, han logrado alejarnos de nuestros andenes y llevarnos a los centros comerciales, esas sobrevaloradas construcciones que aniquilan la vida urbana y son el mayor síntoma del fracaso de una ciudad.

Para que el andén logre convertirse en ese espacio vital y atractivo se necesitan políticas de uso del suelo, de diseño paisajístico y de manejo de fachadas que así lo permitan. Así evitaríamos errores imperdonables: en nuestro clima, un andén sin sombra es decididamente inútil, mientras los andenes cercados por muros de cerramiento, esa costumbre que se ha vuelto norma en muchos barrios de la ciudad, son estériles y aburridos, espacios desprovistos de personalidad, repelentes. Ciertamente nuestra ciudad ofrece un panorama desordenado, en el que los actores privados son quienes mayoritariamente deciden el tratamiento de buena parte del espacio público.

El PMEP no puede, por lo tanto, dejar de establecer unos claros lineamientos técnicos y normativos para los andenes de nuestra ciudad, es una necesidad apremiante. De no ser así, seguiremos teniendo un déficit enorme de espacio público, por muchos parques y plazas que logremos construir.

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@Moreno_Slagter