Gieseken, Held, Hoenisgberg, Hasselbrinck, Striedinger, Siefken, Hoyer, Pernett, Simonds, Lindemeyer, Whedeking, Meisel, Bockelmann, Strauss, Gerdtz, Schutmann, Heilbrun, Prencke, Bishoff y Neuman son una muestra de cientos de apellidos de alemanes que, en la segunda mitad del siglo 19 y en el primer tercio del 20, impregnaron con su conocimiento, emprendimiento y capital el ADN de Barranquilla. Lo del capital los distingue de otras oleadas migratorias, que también aportaron mucho al desarrollo de la ciudad; pero que, en su mayoría, vinieron expulsados por conflictos en sus países de origen.

Los alemanes en cambio eran la avanzada internacional del despliegue de su revolución industrial que conquistaba, con productos y servicios, las que fueran provincias de ultramar de otras potencias.

Esa es una de las tramas que se tejen en el libro de Enrique Yidi y Alvaro Mendoza De la gloria al olvido. La trama principal, narrada con erudición y bellamente ilustrada, nos revela un acontecimiento tan importante como desconocido: el incendio y hundimiento, por su propia tripulación, en la bahía de Puerto Colombia, del Prinz August Wilhelm, uno de los vapores emblemáticos de la flota de trasatlánticos alemana; hecho ocurrido en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial pero cuya saga se había iniciado al comenzar la misma. Para adentrarse en ese interesante episodio los invito a conseguir el libro. Pero quiero aquí retomar el tema del vínculo germano con la ciudad.

A mediados del siglo pasado Johan Elbers escogió a Barranquilla como sede para sus empresas de navegación por el Río Magdalena y construcción de barcos. Poco después, en 1854, la Nueva Granada firmó un Tratado de Comercio con Lübeck, Bremen y Hamburgo, es decir un TLC con la Liga Hanseática; la más importante federación comercial de ciudades estadoeuropea que llegó a dominar el comercio marítimo de los mares del Norte y Báltico por casi un milenio. A partir del siglo 17 solo esas tres ciudades siguieron integrando la Liga, que sobrevivió hasta bien entrado el siglo 20. En 1869 los concesionarios iniciales del ferrocarril entre Sabanilla y Barranquilla cedieron sus derechos a la empresa alemana Seligmann & Harblecher que pudo inaugurarlo en enero de 1871, logro de gran importancia logística. En ese momento de 205 establecimientos comerciales que tenía la ciudad, 105 pertenecían a alemanes. En 1893 se inauguró el muelle de Puerto Colombia. Antes de finalizar el siglo las navieras y las casas comerciales alemanas dominaban desde Barranquilla el comercio exterior del país y la navegación por el Río Magdalena. En 1888 cerca de treinta alemanes participaron en la creación del Club Barranquilla, en 1904 fundaron el Club Alemán, poco después conformaron la primera orquesta filarmónica de la ciudad y en 1912 el primer colegio bilingüe de Colombia, el Deutsche Schule, el Colegio Alemán, destacado siempre por su excelencia. Esos y muchos otros vínculos económicos y sociales nos permiten pensar que al voltear el siglo 19 Barranquilla se había convertido en una integrante trasatlántica de la Liga Hanseática. Las guerras mundiales vendrían a debilitar esa productiva alianza que coincidió, no por casualidad, con el siglo de oro de la ciudad.

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