En este proceso de paz, las Farc, a través de una voluntad camuflada, quieren caguanizar todo el territorio colombiano, desde Gorgona hasta la serranía del Perijá. Que las Farc condicionen un cese unilateral a que no haya ataques contra sus estructuras guerrilleras por parte de las legítimas Fuerzas Armadas es pedir un cese bilateral cínicamente.
¿Qué dirán los colombianos en esta época navideña donde normalmente fluye más la esperanza que la realidad? Unos dirán que todo es válido para conseguir la paz, algunos afirmarán que es otro gesto de paz de las Farc, mientras que otros se sentirán reconfortados frente a la ilusión de paz que los llevó a votar por Santos. A todos los anteriores les demostraré aquí abajo por qué, según mi opinión, están equivocados.
Primero, la cultura del todo vale no puede permitirse ni para conseguir la paz. Según el Gobierno, ahora parece tener legitimidad “narcotraficar” al estilo de las Farc porque es delito político. Esto es igual a admitir que el fin justifica los medios. ¿Qué mensaje se le manda a la sociedad? Ceder en esta clase de principios es firmar una paz desigual que a corto plazo podrá brindar un alivio pero a mediano y largo plazo traerá frustraciones que terminarán creando un conflicto de mayores proporciones, como ejemplarmente lo demostró el Tratado de Versalles.
Segundo, el único y verdadero gesto de paz es dejar de asesinar, secuestrar, sembrar minas o reclutar menores. Como lo pude demostrar en anteriores columnas, ningún proceso de paz en el mundo, en medio de un conflicto interno, ha logrado llegar a buen puerto sin un cese de fuego durante las negociaciones (sigo esperando que me demuestren lo contrario). Por consiguiente, algunos como yo les pedimos a las Farc que lo único que puede legitimar una mesa de negociación es el cese de sus actos terroristas.
Tercero, no podemos confundir la paz de Colombia, que prometió Santos, con la paz de La Habana. Por un lado, porque la violencia colombiana no proviene principalmente de las Farc sino también de la delincuencia común, las bacrim, la violencia intrafamiliar, etc. Por otro lado, porque si se firma en La Habana algún acuerdo, existe la posibilidad de que las Farc no cumplan con sus compromisos. Y, por último, porque la paz solo depende del contenido del acuerdo: un pacto injusto y con impunidad y en el cual no se castigue ejemplarmente a los alzados en armas es naturalmente inviable.
Para el país es crucial entender que en La Habana no podemos hacerle fiesta a las Farc, a nuestro chivo criollo. La paz con la guerrilla solo es viable si la sociedad colombiana le exige a esta sus deudas pendientes, tras ser el más grande cartel de droga del mundo, el más grande secuestrador que haya conocido este planeta y por haber matado, herido, torturado y extorsionado a millones y, sobre todo, por haber restringido ilimitados sueños de varias generaciones de colombianos.
@QuinteroOlmos