‘Si el primer deber de un hombre de Estado es de conocer la constitución y de aplicarla, también es necesario decir que con frecuencia los escritores políticos, dando pruebas de un gran talento, se han equivocado al interpretar las cuestiones capitales; no es suficiente con imaginar un gobierno perfecto e ideal, pues lo que se necesita sobre todo es un gobierno practicable, que impulse medidas de sencilla y segura implementación’. Aristóteles.
Estadista, también hombre-o mujer-de Estado, distingue entre todos los responsables políticos de un país, aquellos que dirigen el Estado y controlan en forma significativa al Poder Ejecutivo o al Poder Legislativo, junto al Jefe de Estado(aun cuando ese cargo reúna pocas funciones concernientes más bien a representación y a imagen pública; como por ejemplo las que se encuentran implementadas en las monarquías constitucionales), así como junto al Jefe del gobierno y a sus ministros.
El citado término también puede designar a personalidades políticas, aun cuando no se encarguen directamente de algunas funciones del Estado, pero reportados como con capacidad suficiente en caso de acceder al poder y/o con suficientes contactos e influencias políticas(por ejemplo, presidentes o secretarios de partidos políticos que se encuentran en la oposición).
Este calificativo también engloba o comprende a las personas que se encuentran por encima de las divisiones partidarias y de los sectores; en inquieta y creativa búsqueda del bien común y asumiendo plenamente sus propias responsabilidades. Evocando a Charles de Gaulle, René Rémond explica así sus cualidades más nobles:
‘Charles de Gaulle también osciló entre la aspiración a la unanimidad nacional, y la incomodidad de ser el Jefe de una facción enfrentada a otra. Solos, sin dudas, los políticos que tienen talla de Hombre de Estado, conocen por cierto esta ambivalencia. Pero para el político común todo es simple, pues él no se plantea tantos interrogantes’.
En 1927, José Ortega y Gasset escribió “Mirabeau o el político”. Allí clasifica a los gobernantes en estadistas, escrupulosos y pusilánimes; “el hombre de Estado” debe tener lo que Ortega llama “virtudes magnánimas” y carecer de las “pusilánimes”. Mirabeau es tomado como arquetipo del político, aunque Ortega advierte que un arquetipo(“lo que es”) no debe ser confundido con un ideal(lo que debe ser). Así porque la confusión entre arquetipo e ideal llevaría a pensar que el político, además de buen estadista, debe ser virtuosos, lo cual según Ortega constituye un equívoco. Tampoco deben confundirse un político y un intelectual:
El político “se ocupa”, el intelectual “se preocupa”.
Se viene al mundo a hacer política o a elaborar definiciones, no a ambas cosas, porque la política es clara en lo que hace y lo que consigue, pero contradictoria en su definición:
La definición es la idea clara, estricta, sin contradicciones; pero los actos que inspira son confusos, imposibles, contradictorios. La política, en cambio, es clara en lo que hace, en lo que logra, y es contradictoria cuando se la define.
Según Ortega, normalmente ocurre al estadista ser incomprendido, porque se ocupa con las cuestiones de largo plazo y toma decisiones impopulares a corto plazo, en tanto que la mayoría de los políticos se preocupan de los resultados inmediatos de sus acciones.
El individuo con una misión creadora, el magnánimo; es radicalmente distinto del individuo sin misión creadora, el pusilánime.
Virtudes convencionales como la honradez, la veracidad, los escrúpulos, no son típicas del político, que suele ser propenso a ciertos vicios como la desfachatez, la hipocresía o la venalidad. Por lo tanto, no se debe medir al gran hombre político por la escala de las virtudes usuales, porque la grandez viene, inevitablemente, acompañada de su propia miseria.
Cabe no desear la existencia de grandes hombres, y preferir una Humanidad llana como la palma de la mano; pero si quieren grandes hombres, no se les pidan virtudes cotidianas. Mirabeau es venal, mentiroso, cínico, inescrupuloso, pero eso no le impide ser, según Ortega, uno de los grandes políticos de la Historia por su visión política certera, elemento “que distingue al político del simple gobernante, por su intuición, por su habilidad en unir intereses contrarios y por su perspectiva política central, que es la de hacer del Estado un instrumento al servicio de la Nación. Fuente: Wikipedia.
Palabras más palabras menos resumen lo que el presidente actual de la República de Colombia, estadista internacional Juan Manuel Santos Calderón ha estructurado en el acontecer de su vida, desde sus genes políticos presidenciales, periodísticos, internacionalistas. Y, sobre todo, de pragmatismo con valores y principios, hasta ahora, intachables.
Con una meta bien definida: “Hacer del Estado colombiano un instrumento al servicio de la Nación”
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