Olelé alalá laleleé/ Son las cinco de la mañana y ya amanece/ Juan Pachanga bien vestido aparece/ todos en el barrio están descansando/ y Juan Pachanga en silencio va pensando/ que aunque su vida es fiesta y ron, noche y rumba/ también hay que dedicarle un 5 a pensar en lo que está de la piel para afuera, o sea, el perimundo al que perteneces para ver si te sale una carreta que aporte al vacile firme. Y la luz del sol se ve alumbrando/ y Juan Pachanga el Mamito va penando/ porque si uno es hombre o mujer de este siglo debe tener algo en la cabeza para afrontarlo, pues los días de leche y miel se fueron y lo que nos espera es duro y tan complejo como pensar que ya no hay que preocuparse tanto por qué mundo le vamos a dejar a nuestros hijos, sino qué hijos le vamos a dejar a este pobre mundo. Vestido a la última moda y perfumado/ con zapatos de dos tonos corte águila bien lustrados/ los que encuentra en su camino lo saludan hey, men, y le dicen bróder, todo el mundo anda tirando su carreta para el conflicto y el postconflicto y la gente quiere saber si tienes la tuya. Claro que sí, pero es bajacaña. Usted no se preocupe, pana, aquí le armamos el coro.
Óyeme, Juan Pachanga, tírala. Se trata de lo que está por encima de los acuerdos de paz y la política, lo que atañe al ser humano mismo, el trauma de la guerra, el dolor individual y familiar, la verdad, el perdón, el olvido, la reparación, la cultura de paz, justicia, son palabras que suenan vacías y no se sabe qué puesto ocupan dentro de las prioridades.
Óyeme, Juan Pachanga, tírala. Si perdonar es de por sí difícil, ¿cómo se le pide a una persona que olvide que su familiar fue despedazado por una mina o descuartizado con una motosierra? Es una falta de respeto. Son memorias escritas con tinta indeleble que no pueden ser borradas por ningún decreto, y solo un altísimo sentido de justicia podría paliar el sufrimiento.
Óyeme, Juan Pachanga, tírala. Ninguna guerra se puede humanizar, es un absurdo; lo que sí se debe humanizar es la política para que cumpla su verdadera función de servir a la polis y no a caudillos o partidos. Una verdadera política de paz debe empezar por crear programas para el manejo del estrés traumático y postraumático de los familiares de las víctimas.
Óyeme, Juan Pachanga, tírala. No puede haber una cultura de paz si los ciudadanos no son preparados para vivir en el postconflicto, y esa preparación consiste en lograr la salud mental de todos los miembros de la sociedad afectados directos o indirectos de la guerra. Es lo único que puede garantizar una transformación social, el resto es retórica.
Óyeme, Juan Pachanga, tírala. Estos 60 años de guerra nos han transformado en seres hostiles, arrogantes, dogmáticos, dueños de falsas verdades y con un sentido del egoísmo hipertrofiado. Deconstruir todo eso, raspar ese cucayo rancio de nuestros cerebros, es tarea colosal y que solo puede ser general si empieza a nivel individual.
Óyeme, Juan Pachanga, tírala. El victimario olvida fácilmente su daño, la víctima nunca olvida su dolor. Por esa razón el perdón no se regala, se trabaja como un acto de dignidad para que pueda resultar sanador.
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