Saludamos con un total respeto la nueva llegada del ex mediocampista de coraje y agallas de Junior y más adelante director técnico del mismo equipo en el cual militó con reconocimiento amplísimo de los aficionados que saluda por Julio Comesaña, quien vuelve a tomar las riendas del club Junior, luego de no perdonársele al Zurdo López que hubiese perdido 3 partidos, como si él fuera ajedrecista, uno de los pocos actores deportivos que no puede achacarle a nadie su derrota. Aparte que 3 juegos perdidos, dentro de un torneo tan abusivo y excluyente como el que se mandan los “emperadores” del fútbol, no justifica una cesantía.
Comesaña fue ese tipo de jugador que seguía espontáneamente al típico jugador uruguayo de antaño: fajador como pocos los ha habido en la historia futbolística, que por algo y hasta sobraría mas de la mitad, que a duras penas y penas duraderas tiene un poquitín de más población que Barranquilla, supo conquistar dos títulos olímpicos y uno mundial (o de pronto al revés), que estamos citando de memoria, desde que se nos perdió o se nos robó un álbum que comenzamos a formar desde que éramos mozalbete. Faena inmortal para todos los uruguayos, que no ha sido conseguido por Rusia, que centuplica su territorio y su población, pero que ni en sueño de una noche de verano ha logrado reproducir.
Una de las cosas importantes del profesor Comesaña es que nunca – tenga su puesto de director técnico donde lo tenga y con el patrón que tenga – ha dejado jamás de entregar todos sus conocimientos del juego y todo el empuje que suele meterle al desempeño de su cargo. A juicio de este “pobre diablo” a la luz del fútbol tecnificado, la victoria de un equipo no puede ser atribuida a un solo acto. Incluido el que hizo el gol de la Victoria, porque siempre hubo quien le mandara la pelota para que lo hiciera.
Lo cual tampoco es que lo excluye del merecimiento de haberse obtenido el bendito gol, en un deporte que, como el fútbol, comparte los méritos de una victoria como muy pocos hay en el mundillo deportivo.
Hombre, aprendamos a respetar a “los técnicos”, que fueron los mismos que degeneraron la denominación de tal, suprimiendo el vocablo de “director, que primero fue substantivo y técnico era adjetivo. Ahora, por la gracia de los propios pilotos, ellos solos son “técnicos”. Es decir, lo que era adjetivo se volvió substantivo, por la ligereza y el revoltillo que hablan los que conducen los equipos. No alimentemos el relajito de pelo ’e burra, como aquel burlón y despectivo de ‘Me Muerde’, colgado a un jugador de Junior que botaba goles a la tiña.
Dejemos de imitar lo malo para copiar lo bueno. A Joe Dimmaggio le decían el Yankee Clipper; al grandioso Ty Cobb el durazno de Georgia y a Herman Ruth el Bambino. Tampoco es que caigamos en la ternura ridiculizada de Niño Bueno Crizón o de Papi Vargas, pero, no más, que el espacio se acabó.