Aprovechando la ausencia de gente, miles de hormigas rojas trajinan a diario y se abren camino entre el monte reseco y las pequeñas ramas esparcidas por el suelo. Se mueven rápidas, amenazantes, llevando en sus lomos pedazos de hojas verdes tres veces más grande que su tamaño.
Hoy, esta es una de las imágenes más frecuentes si uno mira detenidamente el suelo de Mampuján, un pequeño caserío de los Montes de María en el departamento de Bolívar, cuyos habitantes fueron obligados abandonar su tierra hace 14 años. Pero quizá la postal más representativa del abandono es una vieja lima para amolar los machetes de labranza, que reposa oxidada en un rincón de una casa en ruinas.
La tarde del 10 de marzo del año 2000, hace 14 años, varios miembros de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) comandadas por Edward Cobo Téllez, alias Diego Vecino, y Úber Banquez Martínez, alias Juancho Dique, reunieron a los pobladores del pueblo de Mampuján y les anunciaron que tenían 72 horas para abandonar el lugar. De lo contrario, serían asesinados “como perros y jugarían futbol con sus cabezas”. Llevando consigo lo que escasamente pudieron recoger, 180 familias dejaron su tierra y emprendieron el doloroso éxodo.
Después del anuncio los paramilitares se dirigieron a Las Brisas, una vereda de casas dispersas a siete 7 kilómetros de Mampuján. Entraron al día siguiente, repuntando el alba, mientras los gallos cantaban, pero no era precisamente claridad lo que traían. Bajo el supuesto de que eran colaboradores de la guerrilla sacaron de sus casas y torturaron y asesinaron a 12 campesinos.
Manuel Mercado García, recuerda con claridad el fatídico suceso. Había salido muy temprano, antes de que llegaran los paramilitares, a trabajar a la vereda La Haya, y cuando regresó a Las Brisas, a las nueve de la mañana, encontró el rescoldo todavía humeante de su rancho incendiado. La casa quemada sería lo menos trágico. Su hijo José Mercado Tapias y sus hermanos José, Rafael y Gabriel Mercado García, habían sido torturados y asesinados.
Manuel contó que a su hijo le dieron “un tiro en el abdomen y mientras agonizaba en el suelo pusieron a un perro que le comiera la cara”. Luego le perforaron el pecho y la cabeza con una de las barras con la que se abrían surcos en la tierra para sembrar el maíz. A sus tres hermanos los torturaron y después les cortaron la cabeza.
Acogidos a justicia y paz, por estos horrendos crímenes, alias Diego Vecino y alias Juancho Dique se encuentran pagando condena y a punto de quedar en libertad.
Cuestionable o no fueron las reglas que construyó el Estado colombiano para la desmovilización paramilitar.
Tal vez más aberrante fue lo que sucedió el domingo pasado. Más de 50 personas que patrocinaron o negociaron -ellos mismos o sus familiares cercanos- con las autodefensas fueron elegidos al Congreso. Quizá por ignorancia, desmemoria, indolencia o porque simplemente muchos ciudadanos colombianos comparten el proyecto paramilitar, el domingo, con la misma diligencia con la que se mueven las hormigas en las abandonadas casas del pueblo de Mampuján, miles de ciudadanos corrieron a votar por aquellos, que desde las curules, han contribuido con esta realidad de muerte, miseria y abandono.
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@JavierOrtizCass