Hace semanas escribí sobre La Loma y su destino urbanizado y el camellón del río desolado. Recordaba que esta área es un humedal, desecado y rellenado aun con cascarilla de arroz y escombros. Pero sigue siendo un terreno labil, con nivel friático casi a ras de la tierra amarilla, coralina, que lo contiene, el primer cinturón de fuerza impuesto por el hombre.
Y sigue siendo humedal, porque la naturaleza recupera sus espacios y es incontenible cuando busca sus antiguas formas de desahogo, y el Magdalena es pródigo subiendo, cuando el invierno asola el interior del país.
Esa zona, que ya está estropeada con vías y planicie, debería convertirse en un pulmón de la ciudad, un parque con agua a borbotones, muy sombreado, que provoque para pasar una tarde muy caliente. Entonces sí iremos los barranquilleros a habitarlo, en el disfrute, como sucedió con el Parque Cultural y su escenario maravilloso, al aire libre.
Pasear y reencontrarse con el río no admite rascacielos de 50 pisos y deja sin objetivo la pretensión de mudar a los industriales de la Vía 40 hacia los nuevos corredores. No me cabe en la cabeza una de esas torres, flacas, apretadas con vivienda estrato tres, porque con el delirio de Norte que sufren los ciudadanos, jamás los estratos cuatro, cinco y seis descenderán de su camino hacia Puerto Colombia. Y si esa será la vivienda que ofrecerán los nuevos desarrollos, por qué no habitar el centro, tan bello, señorial y en pie. Eso es lo que hacen en los países desarrollados los planificadores y arquitectos que piensan en términos de ciudad y saben que el bienestar de los ciudadanos es prioridad sobre los intereses particulares.
Mucho me temo que esa zona tan luchada por las últimas administraciones, está parcelada entre los mismos de siempre y construirán los mismos de siempre, sus cajas de fósforos, sus tres habitaciones en 60 metros, sin balcones, moles de concreto que afearán el paisaje. Tampoco me resulta creíble la buena fe de los concejales, porque nunca han dedicado sesiones al problema del medio ambiente de Barranquilla, esa escasez de espacio público para la recreación y el descanso. La controversia debe ir por otro lado, tal vez algunos quedaron por fuera. Eso es lo que repiten con convencimiento mis fuentes.
Proceda de donde proceda (del ahogado el sombrero) la aguerrida actitud de los ediles, tiene todo mi apoyo y el respaldo de muchos barranquilleros, miles, que estamos hasta la gorra del concreto y el desarrollo por encima de nuestro bienestar. Es una decisión errónea y lo pagaremos caro, si no demostramos que lo que queremos es un pulmón y no un Buenavista apretado por las viviendas.
Hay que enviar cartas a la señora alcaldesa, hay que manifestar desacuerdo ante ella y apretar un cinturón de apoyo al Concejo, para que no tengan otra salida que mantenerse firmes. Pero si no usamos las redes sociales y presionamos, llegarán a un acuerdo secreto, transarán y acabarán pasando los rascacielos sobre los humedales. ¡Escojan mis amores!
losalcas@hotmail.com.