En el intermedio del partido entre los combinados de Holanda y Colombia se pasó por televisión un gol de esos que deja enloquecidos de fervor a todo un público febricitante, mientras que a un grupillo de técnicos se quedan estupefactos que ese balón hubiese podido llegar hasta las piolas, deslizándose por entre las piernas del arquero.
La corta escena que se pasó por la pantalla chica no tuvo explicación alguna de parte de nadie. Ni de un comentarista que estuviese en los estudios del canal televisivo, ni tampoco explicación mínima que fuese de algún medio. Una escena que ciertamente se ha debido pasar, adornada por un comentarista que diera detalles de esa jugada.
Pero puestos a tener que comentar, como es nuestra obligación periodística, solo atinamos a recordar aquel gol que se le metió a la selección de Alemania, por esa misma vía tan ridícula de ver un portero titular de un seleccionado –lo que presupone que es lo mejor de lo mejor– ‘rajado’ inicuamente por un shut rastrero que se le fue al hombre por entre las piernas.
Ese gol insólito que la escuadra de Colombia le hizo a la de Alemania y que dejó en el peor de los ridículos a un guardameta, puso a ganar al equipo colombiano por 1 a 0, hasta cuando los teutones consiguieron, después de una larga puja, empatarle a Colombia. Un gigante mundial del fútbol como era Alemania, teniendo que empatarle a un seleccionado absolutamente desconocido para alemanes.
Ese gol increíble puso en evidencia lo que son los públicos futboleros. En béisbol no se concibe una pelota como 20 o 30 veces más pequeña que un balón de fútbol pueda colarse por entre las piernas de un antesalista, que es el infielder que más fuertes estacazos recibe en el infield. Pero aquel balón ‘rajó’ a un arquero alemán que no debió haber jugado más nunca, por la forma tan desairada como quedó.
En el béisbol profesional del Caribe había un antesalista que se llamaba Talúa Dandridge, quien decía, señalando sus propias piernas, que por cierto eran tremendamente curvas: “Por aquí puede pasar un tren, pero una pelota de béisbol no pasa”. Y un balón es decenas y acaso centenares de veces más grande que una pelota beisbolera, y le rastrilló las intimidades a un portero alemán. Y de ñapa, todo un público colombiano ¡enloqueció! de júbilo por aquel balón que traspasó intimidades y finalmente entró al arco.
“Maldigo el amor y sigo amando”, volvemos a decir…