Colombia, contrario a Argentina, Uruguay, Chile y Brasil, por diversos factores, es quizás el país de América Latina con el menor impacto de inmigrantes en su formación, a pesar de políticas gubernamentales como la libertad de cultos, concesión de tierras baldías y exenciones tributarias a la inversiones que, desde mediados del siglo XIX, buscaban hacer el país atractivo a los inmigrantes europeos. Como resultado de esto, tal y como lo señala el profesor Jaime Jaramillo: “Colombia es un país sin inmigrantes, cuyo desarrollo económico y social se ha producido desde adentro”.
Aunque en el pasado se consideró que los procesos migratorios de personas desempeñaron un papel clave en las transformaciones socio-políticas y económicas de muchos países, la importancia de estos procesos es objeto de visiones antagónicas. De una parte, quienes se oponen a la migración argumentan que tiene un impacto negativo en la remuneración y el empleo de los países receptores —los trabajadores inmigrantes están dispuestos a vincularse laboralmente en condiciones inferiores a los trabajadores locales, generando informalidad en el mercado laboral—; efectos negativos en los niveles salariales y desplaza la mano de obra local.
De otro lado, los defensores de la migración argumentan que los inmigrantes incrementan el nivel de consumo agregado, generan empleo cuando crean sus propios negocios, contribuyen al ahorro, puesto que, en general, tienen una fuerte propensión al ahorro y ayudan a incrementar la eficiencia y la productividad.
En términos generales, el impacto que la migración tenga en la actividad económica de un país, región o ciudad depende de la magnitud de la misma y de las características sociodemográficas de los inmigrantes, es decir, quienes llegan.
En Barranquilla y buena parte del Caribe colombiano, la migración de sirio-libaneses de finales del siglo XIX, así como de judíos y alemanes durante la primera mitad del siglo XX tuvo un impacto importante en la actividad económica.
En este entorno global los gobiernos deben identificar qué tipo de migrantes les gustaría atraer y luego generar las condiciones que hagan atractivas nuestras ciudades para ese grupo de individuos. Lamentablemente uno de los factores que más impacto negativo tiene sobre estos procesos son las condiciones y la percepción de seguridad. En ese punto es mucho lo que hay por hacer en Barranquilla y todo el país. En consecuencia, si las condiciones de seguridad no mejoran significativamente es muy poco probable que la inmigración, más no la inversión extranjera, hacia las diferentes ciudades de Colombia, particularmente, del Caribe colombiano tenga un impacto significativo en el desempeño económico.