Caribe soy, de la tierra donde nace el sol, donde las verdes palmeras se mecen airosas al soplo del mar”.
Con esta significativa estrofa comienza el bello bolero que otrora disfrutaban con tanto sentimiento regional los habitantes de toda el área de la Región Caribe a nivel continental, primordialmente al estar bañada por el bello mar que lleva ese nombre y adornada en la parte territorial con las verdes y coquetas palmeras que tanto han venido aportando al atractivo paisajismo de toda la región, tanto en sus islas como el continente, incluida obviamente la perteneciente a nuestro país, Colombia.
Pero resulta que por pertenecer territorial y políticamente a un país andino, nuestra Región Caribe se le ha venido identificando históricamente a nivel nacional como simplemente ‘la Costa Atlántica’, dando como resultado que al confundir la citada delimitación física con el área geográfica a que accede, se ha prescindido históricamente de identificar y considerar políticamente a nuestro territorio como lo que es, vale decir, como una importante región de Colombia cuyos límites en la parte norte de su territorio corresponden a la línea costera que colinda con el Mar Caribe, ostentando en consecuencia una privilegiada ubicación geográfica a nivel continental frente al país más poderoso del mundo y de tantos otros que integran la Cuenca del Caribe, complementado con un extraordinario potencial económico para haber desarrollado en mayor escala, si históricamente no hubiéramos contado con las limitaciones que un régimen centralista nos ha impuesto en materia aeronáutica, portuaria, turística, agropecuaria, forestal, minera, ganadera, industrial, comercial, aduanera, etc., hasta terminar identificándonos a nivel nacional con el gentilicio de ‘costeños’, en vez de ‘caribes’.
Ejemplo de lo anterior lo constituye la adopción e imposición por parte de los poderes centrales de la denominada “economía mediterránea” que privilegió por muchos años a la región andina y especialmente al auto denominado pomposamente ‘Triángulo de Oro de Colombia’, (Bogotá, Medellín y Cali) para la producción y consumo interno dentro de ese circuito, con lo que obviamente nuestra región perdió competitividad en el campo industrial a nivel nacional y portuario al prácticamente desvincular a Colombia, y por ende a nuestra región de la otrora actividad industrial y portuaria para el consumo interno y de exportación de nuestra industria en esa época, situación que hoy, con la globalización de la economía, y concretamente con el Tratado de Libre Comercio TLC, Barranquilla y la Región Caribe, si bien han comenzado radicalmente a cambiar su destino económico y social, tan importante ventaja territorial podría quedar comprometida con la insólita medida de carácter aduanero que desde los poderes centrales se pretende tomar en detrimento de la tradicional actividad portuaria de Barranquilla en particular, con la ilógica implantación, y por ende, sin antecedentes en el mundo, del sistema de fondeo, quién lo creyera, en un área geográfica históricamente dotada de una importante infraestructura portuaria, obviamente en detrimento de esta última y de la comunidad a la que sirve.