Dos fuentes prodigan toda clase de denuestos al lenguaje: los altos funcionarios y políticos, por un lado, y la radio, por el otro. Ambos sectores están en franca competencia por crear e imponer un nuevo idioma: inventan palabras, usan el argot de bajos fondos para referirse entre sí, imponen canciones de letras asquerosas donde la sexualidad está peor descrita que en la Ópera del Mondongo, y estimulan desde los micrófonos una ‘autenticidad’ que, en realidad, es la plebedad subida a tonos agresivos contra las mujeres y lo diverso.

Uno de los casos inolvidables de la invención de palabrejas fue el del senador Gerlein y aquel imperdonable, disonante y estentóreo “excrementales”. Hoy está en el No. 1 del ranking de maltratos verbales: “Tiene sida en el alma”. Hace apenas unas semanas oímos “Nos la quieren meter con vaselina”, precedido por un “Entre pase y cacho” y un “Se la fumó verde”. Todas expresiones con que los funcionarios pretenden deshacerse de las críticas a su gestión, mediante el sucio recurso de demeritar al opositor con señalamientos embozados tras frases de cajón revigidas o acusaciones flagrantes y manidas.

Eso con respecto al alto coturno del Estado. En relación al despelote que hay en las ondas herzianas, donde opinan a través de la noticia, califican y descalifican a personas sin otro fundamento que el “se dice” o, peor, desde la suficiencia de una soberbia imparable que enferma a nuestros super anchors, periodistas estrella, donde siempre son más importantes ellos y ellas que el entrevistado, a quien pretenden fusilar siendo más inteligentes y usando terminología ininteligible para mostrarse enterados; y ahí es cuando meten la pata usando vocablos errados y de distinta significación de lo que desean decir.

Luego, en la radio popular del país encontramos verdaderos monstruos de audiencia, a veces casi analfabetas, que rugen bestialidades como verdades de fe y procuran satisfacer el ánimo de los oyentes con constantes alusiones al sexo (eterna obsesión masculina), vocabulario soez, descarnado y burdo, que estigmatiza a las minorías para sus chistes inmundos. Elevan a categoría de lenguaje de radio el slang callejero y sus múltiples acepciones, con lo que refuerzan permanentemente actitudes machistas, discriminatorias y violentas, al poner de moda las mal llamadas canciones, cuyas letras suelen incitar al desenfreno sexual y la violencia en todas sus formas.

Ya me contarán si podremos alcanzar la paz y vivir como personas dignas y respetables usando el lenguaje como arma feroz, pero hechiza y peligrosa, porque a veces dispara por la culata. Si lo que nos hace humanos es el habla, la capacidad de comunicarnos para llegar a acuerdos y soluciones, otra consecuencia de la guerra es la deshumanización del lenguaje con el envilecimiento de sus hermosas e inagotables palabras para decir lo que sentimos y pensamos. Creo que la paz comienza por la lengua controlada y el respeto a los conciudadanos cuando se dirigen a ellos, desde cualquier micrófono que se abra para amplificar y divulgar información. No es recreación el envilecimiento de contenidos y del lenguaje ni es libertad utilizar la radio para pervertir el pensamiento de los jóvenes.

Por Lola Salcedo C.
@losalcas losalcas@hotmail.com