En reciente entrevista con Yamid Amat, el director de la Agencia Nacional de Infraestructura –ANI–, anunció que este año se licitará definitivamente todo el trayecto faltante de la doble calzada de la Vía al Mar, que une a Barranquilla y Cartagena.

Al escuchar con justificado recelo esa buena noticia, recordamos el viacrucis que sufrimos bolivarenses, cartageneros, atlanticenses y barranquilleros hace varias décadas, para que se completara la calzada que hoy existe, por fortuna hoy concesionada y bien mantenida.

Hace algunos años, como director de la Cámara de Comercio de Cartagena, tuvimos un interesante encuentro con un barranquillero de esos soñadores, pero con los pies en la tierra, me refiero a Nicolás Renowitzky.

Nicolás conoció de nuestras gestiones con autoridades y gremios de ambas ciudades para que esa obra no fuera una carretera más, sino el eje y un gran factor de integración y desarrollo. Por coincidir con nosotros, nos contó con lujo de detalles su idea de impulsar la “Segunda Calzada” y convertirla en un verdadero corredor vial de desarrollo, lo que él llamaba en su momento, “La Ruta del Sol”.

Conjuntamente pensábamos que había que arrancar por un buen ordenamiento urbano sobre las zonas aledañas a la vía para evitar que su poblamiento no fuera desordenado y anárquico, sino que obedeciera a mínimos principios de crecimiento organizado, y esto le toca desde el punto de vista institucional a los dos departamentos y a los centros urbanos que toca esa vía.

Con las dos calzadas construidas, a ese eje de desarrollo e integración, decíamos, hay que dotarlo de todos los elementos viales de rigor como son las entradas y salidas pertinentes y seguras, los carriles de desaceleración, las bahías de parqueo del transporte público y vías paralelas –por razones de seguridad– para uso de los centros urbanos y las urbanizaciones que vayan surgiendo.

Hablábamos también del necesario amoblamiento urbano que debería incluir, primero que todo, una correcta iluminación, una adecuada y vistosa arborización y las facilidades para el viajero como en cualquier autopista que se respete. En este tema hablábamos de convertir lo que hoy existe en Lomita Arena en una atracción turística y de descanso tipo Rest Area. Y de manera conjunta y concertada dotar de todo lo necesario, allí cerca, a ese gran recurso natural turístico que es el volcán del Totumo y su entorno natural de la laguna del Guájaro.

Pensábamos que en la línea divisoria de los dos departamentos se debían construir, de manera conjunta, a ambos lados de la vía, un par de centros de recepción –tipo Welcome Center– donde el viajero encuentre información sobre los dos departamentos, sus ciudades y atractivos y artesanías regionales, entre otros.

Hoy anunció la ANI que seleccionó 10 grupos precalificados para el proyecto, la cosa es en serio.

Con gobernadores, alcaldes y dirigentes progresistas como los de hoy es fácil concretar esta idea que surgió de la mente creativa y visionaria de Renowitzky, que me imagino era ver en el futuro una gran megalópolis, pero ordenada. Ahí está el reto.

Por Augusto Martínez M.

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