Carles Rahner escribió en un artículo de la revista Concilium unas normas de expresión eclesiástica. La conveniencia de volver de una escritura abstracta a una escritura más simbólica y cercana. Por ejemplo, a la escritura bíblica en la que se ha expresado la palabra de Dios.
Modestamente, he creído percibir en los estilos del papa Francisco, tan vivos y tan cercanos al corazón de los hombres de siempre, esta tendencia. Es conmovedor el ágil salto de las metáforas y los mitos a nuestra mentalidad de hoy. Hace tan solo unos días, el papa Francisco adaptaba una barca de pescadores en un altar y simultáneamente, en la mesa a la que se acercaban a comer el pan vivo, el cuerpo de Cristo transformado en alimento de salvación a través de sus manos, don y regalo, promesa de amor.
Esta misma tendencia que, sin duda, refleja la mentalidad del hombre de hoy enriqueciendo su comprensión del mundo, la hizo marca literaria, en España y América Latina, el obispo Casáldiga. Con cartas, poemas, parábolas, logró acercarse a la escritura de los evangelios:
El báculo se transforma en el cayado del jefe de la tribu; El fuego, en la luz del sábado santo; la puerta de la ermita grande en la propia entrada a la casa de Dios (Casáldiga transformó la casa parroquial en la casa de huéspedes para todos los que se hospedaron en ella), logró transformar la vida en la alegría de vivir como familia. Una tarde, se le acercó un niño de la comunidad y le preguntó a su obispo: “¿Puedo llamarle abuelo?”.
Aquella tarde las lágrimas rodaron por las mejillas del buen obispo misionero en Brasil.
Por Jesús Sáez de Ibarra