Concretamente, queremos preguntar si existe un elemento humano, independiente de la materia, que hemos llamado tradicionalmente el alma. Algo que no es el cuerpo y que los griegos pasaron, tras los primeros siglos, a lo que hoy llamamos alma, y que tras la vida terrena escapa de su cárcel corporal y sube al cielo o baja al infierno, según la dicotomía infantil.

Pedro Laín Entralgo plantea, en términos filosóficos, el complejo problema. El pensamiento es al cerebro, más o menos, lo que la bilis al cuerpo. Curiosamente, el materialismo dialéctico se opuso a este simplismo de Laín.

Hoy, la ciencia ha dado un gran giro porque el Premio Nobel, el físico Charon, el fisiólogo Sherrington, el neurólogo Penfield y el Premio Nobel Carrel piensan que el espíritu no puede reducirse a la materia, e incluso abogan por otra vida después de la muerte.

Del materialismo mecanicista del siglo XIX hemos evolucionado al materialismo dialéctico y a un dualismo, como se ha venido sosteniendo durante siglos por el pensamiento cristiano.

De los cambios actuales sobre tantas cosas importantes para el ser humano surge otro modo de pensar, que va adquiriendo cada vez más difusión entre científicos y pensadores, con el nombre de emergentismo. Algo muy parecido a lo que piensan muchos cristianos con un mejor conocimiento de la Biblia y que no quieren mezclar las enseñanzas de este libro judeo-cristiano con el sistema griego de Platón, o de Aristóteles.

Los seres humanos somos una materia animalmente organizada, somos una materia personalmente organizada.

Por Jesús Sáez de Ibarra