Definitivamente todo se está confabulando en nuestro favor para que el despegue de la ciudad sea definitivo. Hasta determinaciones presidenciales tomadas en favor de otras regiones terminan favoreciéndonos, claro, si somos diligentes y las aprovechamos.
Así que para mañana es tarde, las cosas hay que cogerlas en caliente, no sea que nos pase como con la prolongación de la Plaza de la Paz que, a pesar de haber sido decretados de utilidad pública los terrenos en donde se proyectó su engrandecimiento, la desidia municipal permitió que esa disposición feneciera y, precisamente ahora, cuando la ciudad ha despertado de ese letargo, se lleva la sorpresa de estar ad portas de que la construcción, allí, de unas torres de apartamentos, aprobadas por una curaduría, le trunque un sueño.
Pues bien, ahora no se trata de una determinación distrital sino de una directriz presidencial orientada a trasladar las instalaciones militares ubicadas en los centros de poblaciones y ciudades hacia la periferia.
“Las instalaciones militares no deben estar en el centro de las ciudades como ocurre en buena parte del país, no tiene ninguna lógica”, dijo Santos durante una visita a Ipiales, cuando señaló que su gobierno, al igual que el Ministerio de Defensa y el Ejército, tienen interés de trasladar al Grupo Cabal, asentado en el centro de esa urbe. Y agregó: “Eso debemos hacerlo, además, en muchas ciudades”.
Con esa afirmación presidencial, así haya sido generalizada para exculpar una particularización, se nos apareció la Virgen.
No hay ninguna justificación para que, de la mano del Gobierno Nacional, Cartagena traslade su Base Naval, como ya fue aprobado, e Ipiales haga lo propio con el Grupo Cabal, y nosotros no podamos recuperar para la ciudad, entre otras, el área comprendida entre la carrera 60 y la Vía 40, la calle 77 a la calle 79, en donde están ubicados el Batallón de Policía Militar y el controvertido Cantón Norte, impuesto por un grupo político en contraprestación a charreteras postizas colgadas a uno de sus integrantes.
Esa área en donde está el acantonamiento –allí desde hace varias décadas, cuando el sector era parte rural de Barranquilla– aparte de ser el único pulmón que le queda a la ciudad se ha constituido en un ‘tapón’, pues corta de tajo alrededor de diez carreras, encerrando a un populoso e importante barrio, obstaculizando la movilidad de sus habitantes, impidiendo su desarrollo urbanístico y afectando calidad de vida.
El traslado al que desde esta columna invitamos con urgencia a gestar, de la mano del Gobierno Central, por parte de la Administración Distrital, los gremios y todas las fuerzas vivas de la ciudad, no se trata de un rechazo o animadversión hacia nuestras fuerzas militares, orgullo de nuestra nación, sino a una realidad incontrovertible y a una necesidad inaplazable.
Es esta la oportunidad para solucionar una parte de los problemas de movilidad que nos aquejan y crear un nuevo sitio de esparcimiento y recreación con vista al Río, en acuerdo con ese derrotero instaurado por la Administración Distrital. ¡Manos a la obra, pues, acojamos ya la directriz presidencial, que para mañana puede ser nuevamente tarde!
Por Ricardo Buitrago C.
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