Ser mujer y negra, corresponde a conquistar cada espacio y a romper paradigmas, a seguir atravesando prejuicios en la ciencia, la tecnología, la música, la política, la literatura, el deporte y todos los sectores.
Colombia como país necesita sanarse, no solo llorar y condenar las violencias sino asumir narrativas, acciones y culturas anti-violentas, pacíficas y respetuosas de las diferencias.
Sigo superando tusas y buscando ese equilibro entre el derecho a ser feliz y el pensamiento crítico de no resignarme a realidades que están invitadas a ser cambiadas.
El deporte no es un juego irrelevante, es una herramienta de transformación social necesaria en un país que merece trascender de las narrativas violentas y las desigualdades, de una vez por todas.
Natalia es una empresaria con liderazgo generoso que ilumina el camino de muchos, que tiene claridad en el trabajo en equipo y que siempre tiene un sí para las personas que acuden a ella.
Su historia es un claro ejemplo del auge de una nueva generación de chefs colombianos, y también el poder transformador de la pasión, el esfuerzo y la autenticidad.
Con esta columna quiero invitar (como lo he hecho muchas veces) a que sigamos sanando prejuicios y discriminaciones, que respetemos lo que no se nos parece, lo diferente a lo que consideramos – normal o aceptable – yo personalmente, doy gracias a mi familia, a mi colegio de infancia, a mis profesores universitarios (que me supieron pescar) que entendieron mis habilidades y diferencias.
Aunque existen crisis que no se pueden negar, quiero resaltar de manera especial la relevancia de los liderazgos femeninos y juveniles que desde la pluralidad y la valentía están reescribiendo la historia de una tierra que no se rinde y no se agota en la corrupción, porque tiene siempre la magia de reinventarse y tejer esperanzas.
Cuidar a mi madre, me ha llevado a reflexionar sobre la importancia del cuidado a mi existencia y la pausa que necesito para seguir avanzando, lo bello que es abrazar la salud mental y la importancia de caminar conciliada con la bondad hacia mí, de tratarme con amor y respeto, de entenderme imperfecta y dejar de exigirme perfección, porque vivir no es un libreto.
La semana por La Guajira, se pudo realizar por el apoyo de todos y todas, el amor por la causa social basada en los Derechos Humanos y la esperanza de un mundo garante y sin exclusiones. Gracias por sumar a este gran tejido, diversos hilos, diferentes miradas, pero al final un solo telar (propósito) la equidad, igualdad de derechos, respeto por las diversidades y la no violencia, en una tierra que no se rinde y que es cabeza de Colombia La Guajira.