Las anécdotas del barranquillero que fue aprendiz del papa León XIV: “Es una persona supremamente humana”
Durante su noviciado en 1991, Fernán Ramírez conoció al actual sumo pontífice, quien entonces llegó desde Perú como superior agustino para acompañar a un grupo de seminaristas en Bojacá, Cundinamarca. Destacó su cercanía, humanidad y profundidad espiritual.
SuministradaPapa León XIV durante el seminario con Fernán Ramírez.
En los leccionarios bíblicos de los años 90, las lecturas venían con modismos castellanos como “vosotros” o “sois”. Entonces, aún no se había adaptado estas expresiones a un español latinoamericano, pero Robert Francisco Prevost, el recién elegido sucesor del papa Francisco este jueves 8 de mayo, se tomaba el tiempo para reemplazarlo por un “ustedes” o “son” al leer el Evangelio.
Esos actos, sutiles y diminutos, provenían de una motivación misericordiosa del papa León XIV basada en su cercanía con la gente. Y es que ese era, precisamente, su carácter pastoral. Así lo recuerda y asegura, con mucha lucidez y convicción, Fernán Ramírez, un barranquillero y actual docente de filosofía que fue aprendiz de Prevost en 1991.
Cortesía Fernán RamírezFernán Ramírez, barranquillero y docente de filosofía
“Como formador y superior, era misericordioso. No era un jefe perseguidor, sino un líder inspirador”, expresó a EL HERALDO.
A sus 52 años, Ramírez —que de niño jugaba a celebrar la misa y que años después estuvo más de una década dedicado al estudio para ser sacerdote— aún evoca con nitidez aquellos instantes en los conoció al papa y lo veía rebosar de espiritualidad plena y profunda.
“Lo conocí cuando estuve estudiando como novicio en la orden de San Agustín, en Bojacá, Cundinamarca. Él vino como superior de una de las provincias que tiene la orden en el Perú”, dijo el barranquillero.
El santo padre era misionero, relató el aprendiz, y se ordenó sacerdote en la ciudad de Chicago. Ya llevaba varios años allá, era superior, y llegó a Colombia para traer a un grupo de estudiantes para que hicieran el año de prueba inicial. El ahora jefe de la Iglesia católica los ayudó a instalarse. Y ahí iniciaron unos catedráticos días de fe agustiniana y humanidad.
“Compartimos la Eucaristía diaria, las oraciones del oficio, las clases y el comedor, que era donde básicamente se conversaba con él”, rememoró.
El actual profesor de filosofía notó que el ahora papa tenía la capacidad de adaptarse al medio en el que se encontraba. “Él lo hizo muy bien en Colombia: con la comida, con los saludos, con los chistes. Recuerdo que él buscaba mucho integrarse. Por eso era un verdadero misionero”, sentenció.
La humanidad de un agustino
Aunque no fue su maestro en el seminario, del sumo pontífice aprendió con profundidad de San Agustín. “Él tiene un conocimiento profundo de San Agustín. Me acuerdo que hablaba de él como si fuera una persona cercana. Conocía bien su biografía”.
Y añadió: “Compartimos mucho sobre espiritualidad y oración. Él nos enseñaba a orar en ese año de noviciado. Uno no sabe mucho al principio. Nos enseñaba sobre el Oficio de Lectura, el breviario, quién lo tradujo, todo eso lo explicaba con detalle. Ese es su carácter”.
Para Ramírez, el papa es una persona supremamente humana precisamente por ser un conocedor acérrimo de San Agustín.
“San Agustín es un santo profundamente humano y existencial. Invita al ser humano a viajar dentro de sí mismo para conocerse, y eso vuelve a las personas más humanas, más misericordiosas. Desarrollan habilidades para comprender al otro, como la empatía. Él cuenta con eso. Tiene un sentido profundo de la fe y de la doctrina”, sostuvo.
Devoción inagotable
Cuando lo conoció, no se imaginó que llegaría a ser papa porque, entonces, solo podían ocupar este puesto los italianos. No obstante, cuando fue nombrado cardenal, tuvo el presentimiento de que sí lo sería.
“Cuando lo nombraron cardenal, leí en varios diarios católicos que el Papa Francisco veía en él un posible sucesor. Se mencionaba que el Papa tenía los ojos puestos en él. Y lo entendí, porque es fiel a la doctrina”, argumentó.
Finalizó Ramírez que San Agustín es “todo o nada”. Y ese es el estilo del Papa León XIV: si va a hacer algo, se debe hacer con todo el amor posible.