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Hasta la plaza Mario Santo Domingo del Parque Cultural del Caribe se transportaron los ecos que el río Magdalena recogió en la Depresión Momposina, Las Lobas, los Montes de María y el Urabá, cuna de la música ribereña. Con la voz y el cuero se cantó y se bailó la tambora, durante la décimo segunda edición de La Noche del Río que se realizó ayer.

La tambora, término que se usa para referirse al instrumento, al baile cantao, a una forma de expresar los sentires de un pueblo y a 'esa magia que apenas se conoce y se saborea no hay forma de separarse de ella' inspiró las presentaciones de características anfibias.

La agrupación Red de tamboreras de Colombia, conformada por 13 mujeres lideradas por Jenn del Tambó y Orito Cantora, abrió la gala con su chandé y bullerengue. Que en el monte va a sonar un concierto al natural, entonaron las cantoras que unifican golpes y cantos de resistencia en escena para el fortalecimiento de la potencia de la mujer y el tambor como equilibrio e igualdad.

La que es una fiesta, una corriente musical y un baile, que se expresa con el cuerpo y la vida, siguió siendo homenajeada por Son de aquí. El grupo nacido a la orilla del Magdalena, en San Sebastián de Buenavista, enaltece la música ancestral y el chandé, fusión de sonidos indígenas con la música africana que se ejecuta con una tambora, un tambor alegre, un tambor llamador, palmas y cantos alegóricos a la tierra y a la cotidianidad.