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Barranquilla ya vive una jornada para mentes inquietas, ideas transformadoras y propuestas que apuntan a una ciudad más equitativa, eficiente e innovadora.

Este jueves, el teatro José Consuegra Higgins es el escenario de la segunda edición de TEDxBarrioElPrado, un evento que reúne a 11 conferencistas decididos a compartir sus ideas en charlas breves, directas y llenas de inspiración.

Desde las 4:00 de la tarde, el público disfruta de una experiencia única de conexión con el conocimiento. Durante casi tres horas, cada orador sube al escenario con solo 10 minutos para exponer una idea desde su propia experiencia y visión del mundo.

“No vengo a hablarles de relaciones de pareja ni de metáforas bonitas. Hoy vengo a hablarles del amor como tecnología”. Con esas palabras, Luis Carlos Quiñones, coach emocional, abrió la primera charla de la jornada.

Su intervención fue titulada ‘El amor como tecnología social’ y allí propuso ver el amor como una herramienta práctica, concreta y necesaria para la transformación social.

“La tecnología no es solo un chip, no es un algoritmo o una app. Tecnología es todo lo que resuelve un problema humano. Y bajo esa definición, el amor es la tecnología más poderosa que tenemos”, afirmó.

A lo largo de sus diez minutos, Quiñones planteó la idea central de que muchas ciudades avanzan en tecnología, pero retroceden en humanidad.

Por eso, preguntó al público qué pasaría si dejáramos de ver el amor como un sentimiento íntimo y lo tratáramos como una infraestructura colectiva, como una especie de “wifi emocional sin límites” que nos conecte y sostenga en medio del caos diario.

Jeisson Gutierrez

“Vivimos en ciudades que operan en automático. Las respuestas sociales a la violencia suelen centrarse en el control, la vigilancia y la productividad sin pausa, dejando de lado lo esencial: la conexión humana. Estamos atrapados en fórmulas viejas, esperando resultados mágicos, mientras seguimos alimentando una cultura que rinde tributo al ego y no a la empatía”.

Saber más no es suficiente

El segundo turno fue para Rosmery Turbay Miranda, vicerrectora de Bienestar Universitario de la Universidad de la Costa, quien habló del futuro de la educación, no desde la tecnología, sino desde las emociones.

“Hoy no vengo a hablarles de aplicaciones, ni de inteligencia artificial, ni de blockchain. Todo eso ya es parte del presente. Lo que quiero es que pensemos juntos en otra transformación: la de nosotros como seres humanos”.

Con más de diez años de experiencia como directiva universitaria, Rosmery ha visto cómo todo cambia. El hecho de que los niños que programan en Roblox, estudiantes que hacen tareas con inteligencia artificial, profesores que usan asistentes virtuales y universidades que se actualizan a toda velocidad.

Y dijo: “¿Y si lo que más necesitamos no es saber más, sino sentir mejor?”

Jeisson Gutierrez

Explicó que vivimos apurados, enfocados solo en producir, estudiar, trabajar y hacer más cada día.

Pero en esa carrera, estamos dejando atrás nuestras emociones. “Nos volvimos expertos en títulos, en tecnología, en productividad, pero, ¿Nos estamos escuchando a nosotros mismos? ¿Nos estamos entendiendo?”.

Corazones olvidados

Rosmery contó que conoce estudiantes que lo tienen todo, desde internet, dispositivos, plataformas, pero no saben cómo se sienten. No saben ponerle nombre a sus emociones. Y también habló de personas con muchos títulos y una vida perfecta en redes sociales, pero que se sienten vacíos, tristes o perdidos por dentro.

“Mostramos sonrisas en fotos, viajes, lujos, pero a veces nos sentimos solos, necesitamos validación, apagamos nuestra luz para que otros no noten que algo anda mal”.

Según ella, el futuro de la educación no puede ser solo preparar mentes. También hay que enseñar a mirar hacia adentro, a conectarse con lo que uno siente, a tener propósito, empatía y resiliencia.

El poder de las historias que se cuentan

La música le ha dado sentido a su vida, pero no le ha borrado el dolor. En la tarima, el artista y productor musical barranquillero Adrián Reales compartió una historia cruda y conmovedora sobre la pérdida, la depresión y la manera en que cada ser humano intenta reconstruirse a partir de sus propias ruinas.

“¿Cómo se vive después de la muerte de una hija?, ¿Cómo el dolor puede tener sentido?, ¿Cómo se vuelve a nacer?”.

Adrián fue diagnosticado oficialmente con depresión a los 25 años. Lo describe como una enfermedad crónica, cíclica, que vuelve y vuelve, y que probablemente lo acompañe toda la vida.

Jeisson Gutierrez

“Pero hoy entiendo algo importante: no estoy solo. Y lo más poderoso que he podido hacer ha sido ponerle voz a lo que siento”.

Contó que en los peores momentos de su vida no encontraba sentido a nada. No entendía sus emociones, ni su dolor. Pero poco a poco comprendió que sentir también es inevitable.

“Todo lo que vivimos, incluso lo más duro, también está diciendo algo. Y lo que cambia todo es lo que hacemos con esas emociones”.