La tarde no había comenzado del todo y ya el fervor se sentía. No hizo falta que dieran las 4:00 p. m. para que los fieles se reunieran, como cada 16 de julio, en las afueras de la Parroquia Nuestra Señora del Carmen. Llegaron temprano, con sombrillas, escapularios en el pecho, mientras aguardaban el momento de caminar junto a su patrona.
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El sol no tuvo compasión. Ni una nube asomó para hacerle sombra al fervor, pero tampoco fue necesario. Este día, ninguno de los más de treinta grados registrados tuvo la fuerza suficiente para detener lo que se ha convertido en una manifestación viva de devoción popular.
Desde la carrera 50 con calle 55, partió la procesión. Iba encabezada por la imagen de la Virgen del Carmen, imponente en su andar decorada con flores rosas y amarillas. Sus ojos serenos parecían posarse uno a uno sobre los devotos que la acompañaban en ese lento peregrinar. Ella, patrona de transportadores, conductores, bomberos y Fuerzas Armadas, era custodiada por una multitud que caminaba con el corazón alegre.
En ese caminar había promesas e historias. Algunos le agradecían por favores recibidos como la salud recobrada, un trabajo que llegó en el momento justo, la solución de un problema que parecía no tener salida. Otros, simplemente, querían acompañarla.

El canto “Ven con nosotros a caminar, Santa María, ven…”, fue protagonista. Los que no caminaban, miraban desde las puertas o balcones. Algunos hacían la señal de la cruz y otros aplaudían al verla pasar. Y aunque la procesión avanzaba lento, no había impaciencia.
Promesas de fe
Constanza Luna caminaba en silencio. Sus labios murmuraban el Ave María y entre sus dedos, sostenía un viejo escapulario que había comprado hace doce años, durante su primera peregrinación a la Virgen del Carmen.
Aquella vez, vino con el alma desgarrada y la súplica que su hijo, recién diagnosticado con cáncer de próstata, se salvara.
“Le pedí a la Virgen con toda mi alma. Le dije que si me lo dejaba, yo vendría todos los años a caminar con ella y aquí estoy porque ella es un ejemplo hermoso de lo que es ser una madre”.
La procesión avanzaba entre cantos, mientras el padre Juan David Rendón, sacerdote de la parroquia Nuestra Señora del Carmen hacía un llamado especial:
“Recemos por los enfermos, por los que necesitan consuelo. También por quienes están sufriendo en silencio, por quienes tienen heridas en el alma y luchan con la depresión o la ansiedad”.
Santiago Vergel, un joven de 21 años, escuchaba con atención. Era su primera vez en esta caminata de fe. No sabía qué esperar, pero había decidido venir porque su hermana lo animó. Y, sobre todo, porque sentía que necesitaba algo que no sabía cómo pedir.

“He pasado por momentos muy duros. He estado deprimido, con días en los que no tenía fuerzas ni para salir de la cama. Pero hoy vine con fe. Le pedí a la Virgen que me muestre el camino y me ayude a seguir”.
La devoción por la Virgen del Carmen es muy fuerte entre los transportadores del país. En muchas carreteras es común ver pequeños altares con su imagen rodeada de velas. Algunos conductores detienen sus vehículos, bajan del carro y oran con fe. También acostumbran a llevar imágenes colgadas en los espejos o pegadas en el tablero, como símbolo de protección.
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“Este escapulario me lo dio mi mamá cuando empecé a manejar bus. Para mí, es como un escudo contra el peligro”, dijo Álvaro Torregroza, quien maneja una ruta intermunicipal y hoy en su día de descanso, decidió acompañar la procesión.