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La capital de Córdoba ha sufrido un cambio ostensible sin la más mínima acción oficial por la conservación del patrimonio, tan importante para la identidad de la región.

Sencillamente de la vieja arquitectura tradicional, en madera o mampostería, en algunos aspectos de corte indígena Zenú y del estilo republicano, es poco lo que queda. Todo ha sido reemplazado por el acelerado desarrollo urbanístico acosado por la modernidad, que se deriva de la presencia de los inversionistas franceses, norteamericanos, irlandeses y holandeses.

La anterior reflexión es el resultado de una extensa charla con el investigador e historiador Roger Serpa Espinosa, quien advierte de manera muy insistente que el centro histórico de Montería, incluso la historia de la ciudad, no es menos importante que la de otra ciudad del Caribe.

“La importancia no se mide porque una historia sea más documentada o difundida. Hay unos pueblos que han sido menos visibilizados que otros. El solo hecho de existir implica acontecimientos, personajes, tiempo y geografía, entonces somos constructores de nuestra propia historia”, advierte Serpa Espinosa.

De la vieja Montería se identifican solo algunos vestigios, que Serpa a bien señala y enseña a través de la recopilación que hizo de fotografías históricas del Sinú, que nos introducen a escenas de finales del siglo pasado, cuando el comercio de la ciudad era en la hoy carrera tercera, la avenida 20 de Julio, llamada ahora avenida Primera, cubierta en arena y sitio de encuentro de personajes vestidos de blanco, con sombreros panameños y bastones que marcaban elegancia y porte.

Esa vieja Montería fue despensa de Cartagena y la margen izquierda del Magdalena a través del transporte fluvial que atracaba en el río Sinú, cerca de la antigua bonga.

De eso muy poco queda y el historiador Roger Serpa Espinosa comparte con estudiantes de los colegios de la ciudad, la memoria Mi Vieja Montería, apoyada con fotografías que hasta 1957 hizo el fotógrafo documentalista de Cartagena Justo Manuel Tribiño Sánchez.

El cuento lo narra el historiador, a través de la fundación Patrimonio Caribe Colombiano, de la cual es representante legal.

LO QUE QUEDA. La vieja casa de la familia Berrocal, en la avenida Primera con calle 26, es una de las pocas señales de la otrora arquitectura tradicional o mampostería, aunque un poco deteriorada. Allí están los balcones de madera. Las columnas que complementaban el estilo tradicional fueron mandadas a quitar por un ex alcalde.

Entre los edificios republicanos se conserva el de la esquina de la carrera tercera con calle 29, donde funcionaron varias clínicas y hoy es sede de la Corporación Tecnológica de Córdoba y otros locales dedicados a actividades comerciales.

De ese mismo corte se conserva el edificio donde funciona Radio Penzenú, en la avenida Primera, construido en 1920. Igualmente el local que está la lado de la vieja casa de la familia Berrocal en esa misma avenida.

Uno de los edificios que perdió toda la arquitectura republicana fue el antiguo Palacio Municipal, hoy llamado Antonio De La Torre y Miranda. El cambio fue total. Drástico.

MONTERÍA EN DOS. A la investigación de Serpa Espinosa se suma la manera como estaba conformada Montería, en dos sectores únicamente.

Entre lo que es hoy las carreras Primera y novena y calles 34 y 35, era el llamado sector La Ceiba y de la 27 hacia el sur, entre carreras Primera y 17, se llamaba Chuchurubí. Así las cosas, el Palacio Municipal, de vieja arquitectura republicana, pertenecía a ese sector.

El también historiador Edgardo Puche, recuerda que las primeras construcciones en Montería fueron de bahareque y palma y es en 1926 cuando se empieza a construir en mampostería, especialmente ladrillo.

Coincidió en que la sede donde precisamente está Radio Panzenú, fue uno de los primeros. Posteriormente fueron construidos los edificios Sofán, Kerguelén y otros, en calles de arena.

No quieren dejar rastros

El investigador Roger Serpa Espinosa advierte que en Montería sencillamente no quieren dejar evidencias del esplendor que tuvo aquella vieja Montería, y por eso el acelerado proceso de cambio urbanístico en los últimos 30 años.

“Dentro de poco no va a quedar evidencia de ese patrimonio y eso es grave. Falta interés por la conservación del patrimonio arquitectónico, máximo cuando existe una Ley General de Cultura”, señala el investigador.

Agrega que no ha habido acciones importantes para proteger los buenos patrimonios y hoy día desaparecieron edificios que debieron ser declarados bienes de interés cultural.

“No basta con que estén en un listado de bienes patrimonio, no ha habido eco para que se desarrollen procesos de restauración”, puntualizó Serpa Espinosa.

Por Eduardo García