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Jaime Pumarejo y Elsa Noguera se han mantenido como los gobernantes locales mejor calificados. Archivo
Política

Ley del Montes | Pumarejo – Noguera, la llave maestra

Mientras en el resto de país alcaldes y gobernadores pierden respaldo popular, Jaime Pumarejo y Elsa Noguera vuelven a ser los de mayor aprobación nacional  ¿Dónde está la clave de su buena calificación?  

Se ha vuelto costumbre que los alcaldes y gobernadores mejor calificados del país sean los de Barranquilla y el Atlántico. La más reciente encuesta de Invamer ratifica esa tendencia.

En efecto, tanto Jaime Pumarejo como Elsa Noguera una vez más resultaron con las mejores calificaciones a nivel nacional. La aprobación del Alcalde de Barranquilla en el mes de junio fue del 75 por ciento, mientras que la de Elsa Noguera fue del 71 por ciento. Ambos subieron su respaldo ciudadano comparado con el mes de mayo, cuando el de Pumarejo fue del 62 por ciento, mientras el de Noguera del 58 por ciento.

Todos los alcaldes y gobernadores del país estuvieron muy por debajo de esa calificación.

La desaprobación del Alcalde de Barranquilla en junio fue del 21 por ciento, muy inferior al 38 por ciento que había obtenido en mayo, mientras que la de Noguera fue del 25 por ciento, muy por debajo del 37 por ciento de mayo.

Las buenas calificaciones obtenidas por el alcalde de Barranquilla y la gobernadora del Atlántico contrastan de forma significativa con las de alcaldes y gobernadores del resto del país. Es el caso, por ejemplo, de las alcaldías de Bogotá, Medellín y Cali, cuyos gobernantes registraron una muy mala calificación.

La aprobación de Claudia López, alcaldesa de Bogotá, fue del 50 por ciento en la encuesta de junio de Invamer, mientras que en mayo había sido del 61 por ciento. Su desaprobación pasó del 44 por ciento en mayo al 47 por ciento en junio.

 

Una tendencia similar muestra el alcalde de Medellín, Daniel Quintero, quien tuvo una aprobación en junio de tan solo el 47 por ciento, mientras que en mayo había sido del 54 por ciento.

El alcalde de Cali, Jorge Iván Ospina, por su parte,tuvo una aprobación en junio de apenas el 25 por ciento, tres puntos por encima del 22 por ciento obtenido en mayo. La desaprobación de Ospina en junio fue del 71 por ciento, mientras que en mayo había sido del 74 por ciento.

Los resultados de la encuesta de Invamer están relacionados directamente con el manejo que alcaldes y gobernadores han dado tanto a la pandemia de coronavirus, como al llamado paro nacional.

Es evidente que en los casos de Bogotá, Medellín y Cali, el precio que han tenido que pagar por su gestión sus gobernantes en ambos frentes ha sido mucho más alto, comparados con Barranquilla y Atlántico. La encuesta de Invamer ha servido, pues, para calificar la buena o mala gestión de quienes desde las regiones tienen que lidiar con dos asuntos muy complejos y delicados, como son la pandemia y el paro nacional. 

A diferencia del resto del país, en Barranquilla y Atlántico podría decirse que fue superada la fase más crítica de la pandemia, cuando tanto la ciudad como el departamento mostraron los indicadores más altos del país, tanto en número de fallecidos, como de ocupación de las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI). Hoy esta tragedia –con ocupación de las UCI por encima del 90 por ciento– la sufren –por desgracia– Bogotá, Medellín y Cali.

Estas tres ciudades también han padecido con mayor intensidad el rigor del llamado paro nacional. De hecho, son ellas las que muestran el mayor número de fallecidos y lesionados, como consecuencia de los enfrentamientos entre la Fuerza Pública y manifestantes. También son las que registran las pérdidas económicas más cuantiosas.

¿Por qué les va tan bien a los gobernantes de Barranquilla y el Atlántico en la encuesta de Invamer?

Continuidad, el secreto del éxito

La aprobación del alcalde de Barranquilla y de la gobernadora del Atlántico obedece a una gestión no solo mancomunada, sino que responde a la continuidad que ambos han dado a las iniciativas y políticas de sus antecesores. 

A diferencia de lo que ocurre en otras ciudades -Bogotá, Medellín y Cali- en Barranquilla y el Atlántico, tanto Jaime Pumarejo, como Elsa Noguera, decidieron apoyar varios de los proyectos y las políticas de quienes ocuparon sus cargos antes que ellos. Es así como se sacan adelante y se consolidan proyectos a largo plazo.

La improvisación y la ruptura –cuando se trata de gobernar– es la fórmula perfecta para fracasar. A Bogotá la transformaron tres administraciones seguidas, basadas en la continuidad de buenos programas, como ocurrió con las alcaldías de Jaime Castro, Antanas Mockus y Enrique Peñalosa.

Hoy la capital de la República no es ni sombra de lo que fue, porque no hubo continuidad a las buenas políticas. Todo lo contrario, lo que hubo fue ruptura y confrontaciones, entre los nuevos alcaldes y sus antecesores.

En Barranquilla ha habido continuidad entre las administraciones de Elsa Noguera, Alex Char y Jaime Pumarejo, así como entre las de José Antonio Segebre, Eduardo Verano y Elsa Noguera en el Atlántico.

Es así como se administra de forma responsable. A lo bueno se le da continuidad y lo no tan bueno se cambia. Punto. La llave entre Pumarejo y Noguera, como las que hubo en el pasado reciente, ha resultado también exitosa.

De las peleas solo queda el cansancio

Está demostrado una y mil veces que en un país centralista como Colombia es pésimo negocio pelear con el Gobierno Nacional. Eso será así hasta que no cambie el modelo centralista que predomina en Colombia desde tiempos inmemoriales.

Los recursos en buena medida -la inmensa mayoría- deben contar con el visto bueno y la aprobación de Bogotá. Por eso pelear con Bogotá es un mal negocio para alcaldes y gobernadores.

Ello no significa tener que asumir una posición sumisa frente a la capital del país. Así lo han entendido alcaldes y gobernadores de los últimos años, quienes -cuando han tenido que hacerlo- han expresado su inconformismo con algunas decisiones “paramunas”.

Las actuales administraciones de Bogotá, Medellín y Cali -por el contrario- decidieron asumir una actitud confrontacional y hasta conflictiva con el gobierno de Iván Duque. En esa pelea desigual ambas partes han perdido, pero sobre todo han perdido los habitantes de esas ciudades, quienes han visto cómo su calidad de vida ha caído de forma estrepitosa.

¿Quién puede ser feliz con UCIs colapsadas, con vías bloqueadas y con marchas cada día de por medio? El actual modelo administrativo del país obliga a que las administraciones regionales tengan una relación cordial con el Gobierno Nacional.

Una pelea con Bogotá será siempre -hasta que no cambie el modelo- una confrontación entre tigre y burro amarrado. ¿Y adivinen quiénes hacen de burros en esta pelea?

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Más y mejores oportunidades laborales y de emprendimiento para los jóvenes

Dos de las principales razones que llevaron a los jóvenes a las calles a protestar fueron la falta de oportunidades y el desempleo. Nada más frustrante para un joven que después de más de cinco años de formación académica universitaria, salga al mercado laboral y no encuentre una sola oportunidad para trabajar de manera digna.

Igual ocurre con la frustración de sus padres, quienes destinaron una inmensa cantidad de recursos para que sus hijos lleguen a ser profesionales. Esa desilusión tiene grandes y graves consecuencias en la autoestima de las nuevas generaciones.

Y en ese sentido los resultados, en lo que tiene que ver con Barranquilla, empiezan a ser alentadores. En efecto, el más reciente informe del Dane muestra que la desocupación en la capital del Atlántico –incluida también Soledad– fue del 9,6 por ciento en mayo pasado.

La cifra está muy por debajo del 15,6 por ciento que se registró a nivel nacional en mayo. De acuerdo con el alcalde Pumarejo, ya se han recuperado 139.000 empleos que se habían perdido durante la pandemia. Pero la tarea pendiente sigue siendo la alta tasa de informalidad, que por cuenta de la pandemia sigue aumentando de forma extraordinaria, según el Dane.

Generar empleos dignos sigue siendo el reto de alcaldes y gobernadores de Barranquilla y el Atlántico.

Brindarles a los jóvenes mayores oportunidades de emprendimiento, facilitarles el acceso a nuevas herramientas tecnológicas que les permitan mayor crecimiento profesional y garantizarles estabilidad laboral deben ser los compromisos de nuestra clase dirigente y ello incluye, por supuesto, tanto a la clase política como empresarial. Esa tarea, ese compromiso y ese reto, siguen pendientes.

Muy bien calificados, pero...

El más reciente estudio del Dane muestra indicadores dramáticos en lo que tiene que ver con la Región Caribe en general y con Barranquilla y el Atlántico en particular. Por cuenta de la pandemia el panorama económico y social del país cambió. Y cambió para mal. Punto.

Sobre todo para Barranquilla y el Atlántico. En la capital del Atlántico, por ejemplo, según el estudio más reciente del Dane, tan solo el 38 por ciento de los hogares come tres veces al día. Es decir, que la inmensa mayoría de los hogares de la ciudad -por cuenta de la precariedad económica y sus altos niveles de pobreza- solo puede comer una o máximo dos veces al día.

El Atlántico presenta un registro similar, según Juan Daniel Oviedo, director del Dane.

Sin duda, es en ese frente donde deben concentrarse las administraciones de la ciudad y el departamento. Esa brecha social no puede seguir creciendo. Todo lo contrario: debe cerrarse cuanto antes, porque se trata de una bomba de tiempo, que podría estallar en cualquier momento.

Más que lunares, son manchas que deben ser atendidas con prontitud y de forma eficaz. Es necesario focalizar recursos para atender a una inmensa población con necesidades básicas insatisfechas. Tanto el progreso, como el desarrollo tienen que darse siempre de la mano de las conquistas sociales.

Progreso y desarrollo con hambre no funcionan, pues solo se traducen en mayor desigualdad.

 

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