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En varias de las ciudades principales del Caribe, solo el 30 % de los hogares consume tres comidas al día. Archivo
Política

La ley del Montes | ¡Guerra frontal contra el hambre ya!

La campaña electoral debería concentrarse en la lucha contra la desigualdad social, el más grave problema del país. ¿Qué dicen los candidatos?

Mientras los precandidatos y candidatos presidenciales gastan horas interminables en discusiones sobre la mecánica electoral, los problemas más apremiantes del país siguen creciendo. Uno de los más graves es el hambre, que aumenta de forma dramática, en especial en la región Caribe, donde en buena parte de sus principales ciudades tan solo el 30 por ciento de los hogares come tres veces al día, según estudios del Dane.

Así quedó evidenciado en la más reciente encuesta Pulso Social de esa entidad, cuyos resultados son devastadores en materia de inseguridad alimentaria de los niños del país. Que tan solo el 30 por ciento de los hogares de la región Caribe se alimente tres veces al día es una cifra escandalosa, que debe llamar a una profunda reflexión sobre las razones que originaron esta tragedia humanitaria, agravada durante la pandemia. ¿Qué nos pasó? ¿En qué nos estamos equivocando todos, empezando por la clase dirigente que define políticas públicas y toma decisiones sobre prioridades de inversión?

Las cifras del Dane no solo son escandalosas, sino preocupantes en todo sentido, como muy bien lo señaló EL HERALDO en un reciente editorial.

El caso de Cartagena y Barranquilla es mucho más alarmante, pues se trata de dos ciudades capitales tomadas como referentes para el resto del país. En Cartagena tan solo el 31 por ciento de los hogares consumen tres comidas, mientras que en Barranquilla lo hace el 33 por ciento.

¡Estas cifras son vergonzosas en términos de lucha contra la pobreza y la desigualdad social! Con hambre no hay progreso ni crecimiento, ni desarrollo sostenible. Con hambre lo que hay es más desnutrición infantil, más atraso, más miseria y más violencia familiar y social. Un padre que ve a sus hijos morir de hambre no duda en robar y atracar, aunque le cueste la vida. Es así de simple.

Mientras la región Caribe no defina como su principal prioridad la erradicación de la pobreza y por consiguiente del hambre en todos los hogares nunca podrá derrotar la alarmante inequidad social. No hay forma de cerrar la brecha social con los actuales indicadores de hambre y miseria en la inmensa mayoría de los hogares de la región.

Una generación desnutrida es una generación condenada a fracasar. Nada puede ser más funesto para una sociedad que la desnutrición infantil. Niños hambrientos ni crecen ni aprenden, ni crean. Tampoco tienen ilusiones y sueños. Carecen de motivación para vivir y en sus mentes lo que crece es el resentimiento y el odio. Esa es la generación que por desgracia está creciendo en hogares de la región Caribe donde carecen de lo básico para sobrevivir.

Y de esa generación que crece en medio del hambre y la incertidumbre la gran mayoría son mujeres, lo que hace que aumente la desigualdad en relación con los hombres. Las mujeres siguen siendo el eslabón más vulnerable de la cadena y por ahora todo hace pensar que así seguirá por mucho tiempo. De hecho, hoy son las mujeres y los jóvenes los más afectados por la pandemia. Son ellas quienes más han perdido sus empleos y son ellos quienes menos posibilidades tienen de acceder a nuevos puestos de trabajo. Se trata de una verdadera catástrofe por donde se le mire. ¿Qué hacer ante este panorama desolador?

El sector privado es un aliado, no un enemigo

Contrario a los cantos de sirena que se escuchan en estos tiempos de campaña electoral –que anuncian drásticas acciones contra el sector productivo, como en los tiempos del chavismo venezolano– es fundamental en los actuales momentos trabajar de la mano con el sector privado para alcanzar mayores niveles de crecimiento inclusivo.

Quienes montados en el caballo del populismo proponen apretar la soga de aquellos que aún generan empleos deben entender que el sector productivo es un aliado, no un enemigo.

Un sector privado con profunda vocación social –que lo hay aunque haya candidatos presidenciales que se empeñen en desconocerlo– está llamado a liderar la transformación que se requiere. No es combatiéndolo como vamos a erradicar el hambre y la pobreza.

Chávez y el chavismo venezolano lo hicieron y hoy vemos las terribles consecuencias. El tristemente célebre “exprópiese” –disfrazado o directo– arrasa con el sector productivo, incrementa la pobreza, genera incertidumbre y espanta la inversión. Y ello significa –¡sin duda alguna!– más hambre y más miseria. Por esa vía llegaremos directo y sin escalas a la pauperización y el caos.

¿Cómo sacar a los 3,5 millones de colombianos que ingresaron a la pobreza monetaria y los 2,8 que lo hicieron a la pobreza extrema? ¿Empobreciendo a quienes –aun con sus dificultades por cuenta de la pandemia– podrían ser los mejores aliados? El discurso de odio contra los ricos –que tanto gusta en época electoral– produce votos, pero a la vuelta de la esquina se traduce en más miseria, sobre todo en países pobres como el nuestro.

A mayor concentración de riqueza, mayor pobreza

Mientras el crecimiento y el desarrollo no se traduzcan en más y mejores oportunidades para los más vulnerables, seguirá creciendo la desigualdad y el inconformismo social.

En otras palabras: mientras lo que haya sea más concentración de riqueza en manos de unos pocos, como viene sucediendo no solo mantendremos, sino que incrementaremos los actuales indicadores de exclusión social, hambre y pobreza.

No tiene sentido que los ricos llenen sus bolsillos de ganancias extremas si no son capaces de convertirlas en bienestar de quienes sufren las más grandes penurias en la historia reciente del país. Es una apuesta fatal: a la postre perderemos todos, incluyendo a quienes hoy se muestran indolentes con la hambruna que padecen los hogares en la región Caribe.

Buena parte de esas ganancias deben estar destinadas a mejorar la educación de los jóvenes en la región. Jóvenes mejor educados están llamados a ser promotores de un desarrollo social incluyente.

De los casi 1.500.000 colombianos que perdieron el empleo el año pasado, la mayoría son jóvenes y mujeres. Hacia esa dirección también debe apuntar las inversiones futuras no solo del sector público, sino también del privado.

No debemos esperar que la bomba nos estalle en las manos. Y aunque en los últimos meses se ha evidenciado una reducción en el número de desocupados del país –según el Dane– la tragedia es de tal magnitud que todavía estamos lejos de llegar a niveles siquiera presentables.

A menores oportunidades, más inconformidad social

La región Caribe es la más desigual en uno de los países más desiguales del mundo. Punto. De ese tamaño es la tragedia. ¿Ello qué significa? Significa, por ejemplo, que el destino de quienes habitamos en la región Caribe está determinado desde antes de nacer. ¿Por qué? Porque tendremos menos oportunidades de crecimiento personal y profesional que aquellos que nacen en otras regiones, como ocurre con los departamentos del centro del país.

La tragedia es mayor en los sectores más vulnerables de la población. Ahí radica la gravedad de la desigualdad creciente entre la región Caribe y el centro del país. A menores oportunidades más atraso y más pobreza. Ello significa menos productividad y menos cohesión social. Es decir, más inconformidad y resentimiento social.

En las actuales condiciones de desigualdad nadie gana. El costo político, social y económico que pagamos todos es demasiado alto. En lugar de dedicarle horas interminables a la mecánica electoral –que tienen que ver con la forma como serán escogidos los futuros candidatos de los partidos y movimientos políticos– los aspirantes a la Presidencia deberían estar dedicados a diseñar programas responsables y viables que nos permitan erradicar la enorme desigualdad social y poner fin al hambre que asedia tanto al país como a la Costa.

Foco de atención en mujeres y jóvenes

Mientras no exista una agenda de desarrollo sostenible en el país en general, y en la región Caribe en particular seguiremos arando en el mar. Se requiere de una visión regional integral que permita la sincronización y articulación de los planes de desarrollo de todos los departamentos de la Costa.

Está visto que el progreso y desarrollo de unos pocos no se traduce en el progreso y desarrollo de los demás. La pauperización en la región significa mayores cordones de miseria en las principales ciudades, las únicas que todavía pueden brindar oportunidades de sobrevivencia a los desarraigados.

De esta manera aumentan de forma extraordinaria los hogares empobrecidos y hambrientos. La región Caribe requiere con urgencia planes de desarrollo colectivos que dejen atrás la mezquindad y la visión cortoplacista de algunas administraciones.

Es necesario darle una nueva focalización a la inversión. Es necesario que el ser humano vuelva a ser el centro de atención. Un ser humano excluido y sin oportunidades es fácil presa de quienes trafican con su dolor y su miseria.

Las mujeres y los jóvenes deben ser prioridad en todas las iniciativas que buscan la reactivación económica de la región. Sin mujeres y jóvenes vinculados al mercado laboral será muy difícil disminuir la creciente inequidad.

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