El Heraldo
Nicolás Maduro y Armando Benedetti se reunieron el pasado 29 de agosto en el palacio de Miraflores.
Política

La Ley del Montes | El nuevo mejor amigo

En buena hora Colombia decidió restablecer relaciones con Venezuela, pero no puede dejar de denunciar violaciones de Derechos Humanos por parte del régimen de Nicolás Maduro.

En la pasada campaña presidencial en el único tema que estuvieron de acuerdo todos los candidatos fue en la necesidad de reanudar cuanto antes las relaciones diplomáticas y comerciales con Venezuela. Las diferencias estaban en las formas. Mientras unos candidatos, como Fico Gutiérrez, eran partidarios de hacerlo de manera moderada, otros, como Gustavo Petro, estaban de acuerdo con una reapertura sin ningún tipo de condicionamiento. Como ganó Petro, entonces asistimos ahora al restablecimiento de relaciones con el gobierno de Nicolás Maduro, sin cortapisa de ninguna clase.

Esa fue la misión que el presidente Petro le asignó al nuevo embajador de Colombia en Venezuela, Armando Benedetti, quien –ya instalado en Caracas– está al frente de esa titánica empresa, si se tiene en cuenta que desde hace siete años no existía ningún tipo de vínculo diplomático o comercial entre los dos países.

A partir del próximo 26 de septiembre las relaciones entre los dos países quedarán normalizadas, lo que sin duda constituye una excelente noticia para los habitantes de dos naciones hermanadas desde sus orígenes republicanos, al ser libertadas ambas por Simón Bolívar. Colombia y Venezuela tienen un pasado común y deberán tener también un presente y un futuro común, más allá de momentos históricos coyunturales que han puesto a sus gobiernos en orillas diferentes, como ocurrió recientemente con los mandatarios Álvaro Uribe e Iván Duque por el lado colombiano y Hugo Chávez y Nicolás Maduro por el lado venezolano.

Pese a los estrechos vínculos que por décadas han existido entre Colombia y Venezuela, las relaciones binacionales han vivido momentos difíciles, como ocurrió durante el gobierno de Virgilio Barco, por cuenta de la incursión en aguas venezolanas de la Corbeta ARC Caldas, el 9 de agosto de 1987, incidente que estuvo a punto de causar el rompimiento de relaciones con el gobierno de Jaime Lusinchi. A la postre el grave incidente diplomático fue superado, gracias a la mediación de países amigos, como Argentina.

Para ambos países es fundamental mantener, sostener y promover unas relaciones comerciales en óptimos niveles de entendimiento. Las cifras indican que la cordialidad entre los países se traduce en mayores ingresos para ambas naciones. De hecho, el comercio binacional entre Colombia y Venezuela podría cerrar el año 2022 con cifras cercanas a los 1.200 millones de dólares. Ello debido a las nuevas condiciones económicas de Venezuela y la llegada a la Casa de Nariño de un gobierno amigo del palacio de Miraflores.

Los primeros beneficiados con el restablecimiento de relaciones binacionales serán los habitantes del Táchira y de Norte de Santander, por donde ingresan y salen cada día miles de venezolanos y colombianos, así como miles de toneladas en alimentos y otros productos. Sin duda, con la decisión de Petro y Maduro las economías de ambos países recibirán una bocanada de aire fresco.

La reunión entre el embajador Benedetti y el presidente Maduro en Miraflores, el pasado 29 de agosto, fue fundamental para restablecer las “relaciones de hermandad” entre los dos países, como las calificó el propio Maduro.

¿Qué sigue ahora en las relaciones entre Colombia y Venezuela? ¿Es posible la normalización total de las relaciones entre ambos países?

El “cerco diplomático a Maduro”, una aventura que solo dejó perdedores

Después de siete años de haber cerrado las fronteras entre Colombia y Venezuela y del rompimiento diplomático entre ambas naciones, la gran lección que queda es que una decisión de esa magnitud no puede repetirse, por grandes que sean las diferencias entre los gobiernos de turno.

El llamado “cerco diplomático” de Iván Duque contra el régimen de Nicolás Maduro, a la postre, no solo no produjo los resultados esperados –la caída de Maduro–, sino que terminó dejando sola a Colombia en su propósito de recuperar la democracia en Venezuela. Hasta el gobierno de Estados Unidos, en cabeza de Joe Biden, terminó tendiendo puentes con Caracas.

Pero, además, desató la ira de Maduro, quien de forma déspota y atrabiliaria la emprendió contra nuestros compatriotas en Venezuela. A la postre fueron ellos los que pagaron los platos rotos de la furia de Maduro, quien obligó al cierre de muchas empresas colombianas en el vecino país.

El compromiso ahora es recuperar esas empresas y esos empleos que se perdieron. Hace bien el embajador Benedetti en enfocar su gestión en la recuperación del comercio entre ambos países. El llamado “cerco diplomático”, no pasó de ser una costosa aventura diplomática y comercial, diseñada por Estados Unidos en tiempos de Donald Trump, que utilizó a Colombia en su afán por ponerle fin al régimen chavista en Venezuela. A la postre nadie ganó: todos fueron perdedores.

No se puede guardar silencio ante violaciones de Derechos Humanos del régimen chavista

El restablecimiento de las relaciones con Venezuela, sazonadas con grandes afinidades ideológicas entre Maduro y Petro, así como con una buena dosis de pragmatismo aportada por el embajador Benedetti, no puede dejar de lado la grave situación que en materia de violación de Derechos Humanos encarna el gobierno de Nicolás Maduro.

El chavismo –en cabeza de Maduro y Diosdado Cabello– es uno de los grandes violadores de Derechos Humanos en América Latina, después del régimen del dictador Daniel Ortega en Nicaragua. Punto.

Y ese gravísimo hecho debe tenerlo muy presente el gobierno colombiano. Llamar la atención y denunciar esa delicada situación no puede interpretarse como un “gesto inamistoso” por parte de Colombia.

La comunidad internacional espera de Colombia un compromiso serio en la denuncia constante contra los atentados a las libertades individuales y colectivas en Venezuela. La oposición venezolana está siendo sometida a una persecución injusta e implacable, como pueden testimoniarlo dirigentes políticos y periodistas. Millones de hermanos venezolanos han debido salir de su país asediados por el régimen chavista y en busca de un mejor futuro.

Muchos de ellos hoy están en Colombia y con enormes deseos de regresar a su tierra. Que el retorno a la normalidad en las relaciones binacionales permita el regreso a sus hogares de quienes deseen hacerlo.

Las cuentas claras y el chocolate espeso

¿Y la deuda para cuándo? El gobierno de Venezuela debe a los empresarios colombianos, desde la época de Álvaro Uribe y Hugo Chávez, unos 300 millones de dólares. Una cifra gigantesca que en algunos casos significó la quiebra de empresarios colombianos, como me lo ratificó un industrial barranquillero con quien hablé sobre el restablecimiento de relaciones diplomáticas y comerciales entre ambos países: “Nos quedaron muy mal en todos sus pagos, dicen que por el embargo de sus cuentas, pero la verdad es que no pagaron. Ojalá ahora que somos otra vez buenos amigos, si lo hagan.

Esa situación me tuvo al borde de la quiebra”. Esa deuda –de la que también hacen parte millonarios recursos del gas exportado hacia Venezuela en tiempos de Uribe– debe saldarse. Ese delicado asunto debe hacer parte de la agenda del embajador Benedetti, pues se trata de la suerte de miles de compatriotas que hoy esperan unos pagos para seguir trabajando y generando empleos. Las relaciones entre privados –por fortuna– empiezan a mostrar un dinamismo que despierta optimismo en ambos países.

Los gremios y las cámaras de comercio comienzan a reactivarse con fuerza y ello hace prever un escenario esperanzador. Ojalá que los “estados de ánimo” de gobernantes y altos funcionarios no termine por afectar una relaciones que –sin duda– tendrán que atravesar momentos difíciles, una vez se acabe la “luna de miel” entre ambos gobiernos.

La paz total de Petro pasa por Venezuela

Es un hecho irrefutable que los jefes de las llamadas disidencias de las Farc tienen asentamientos y hacen presencia en Venezuela. De hecho, varios de ellos han muerto en el vecino país. 

Lo mismo sucede con comandantes del ELN, quienes también han establecido campamentos del otro lado de la frontera con Colombia. Ello significa que cualquier 
decisión que tomen las partes –en caso de una futura negociación– tendría que ser conocida por Maduro y su gobierno. Venezuela jugará un papel muy importante en caso de que esos diálogos se materialicen. A diferencia de lo que ocurría con Iván Duque –con quien no hubo ningún tipo de colaboración o acercamiento– es de esperar que con Petro exista una efectiva colaboración de parte del régimen chavista. 

El canciller Álvaro Leyva considera que “la paz total” de Colombia debe ir más allá de las fronteras, lo que significa poder contar con países amigos que permitan consolidar la reconciliación nacional. En otras palabras, “la paz total” sólo es posible si se tiene en cuenta los gobiernos amigos.

Y Venezuela –a diferencia de lo que ocurrió en el gobierno de Duque– es ahora el nuevo mejor amigo.

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