En 2004 todo cambió para Lola*, la camioneta en la que viajaba hacia la finca de su familia, ubicada a dos kilómetros de Plato, Magdalena, fue interceptada por unos hombres uniformados. Iba con su padre, su hijo de dos años y un sobrino de seis. Los uniformados, con su fusil empuñado, la bajaron de la camioneta: 'Queremos que nos acompañes, somos el Frente 37 de las Farc, te vamos a hacer un juicio porque eres objetivo militar', le dijeron.
Once años después las heridas psicológicas que quedaron producto de sus 40 días de secuestro aún están vivas.
'A pesar de que han pasado los años siempre está ahí, es algo que no se borra, fue un trauma tremendo y el revivirlo para mí es fuerte, siempre que hablo de esto es como que todo vuelve', dice notablemente afligida.
Desde su casa al norte de Barranquilla, en donde vive con su familia, cuenta los detalles de su secuestro, una experiencia que la marcó de por vida y la hace mirar con escepticismo la reciente firma del punto de víctimas de los diálogos de paz que adelanta el Gobierno y las Farc en La Habana.
'Estoy de acuerdo con la paz, quiero la paz porque yo estuve doce años fuera de mi país debido a esto, pero las cosas que viví nadie me las puede devolver, no las paga el que se pare alguien a decir ‘pido perdón’ delante de otro porque sabes que no lo están haciendo de corazón, no lo hacen porque de verdad lo están sintiendo sino porque quieren que les rebajen las penas, no es que de verdad tengan un arrepentimiento sincero porque igual siguen secuestrando gente todos los días', afirma.
Lola cuenta cómo fue llevada de Plato a los Montes de María, donde pasó 40 días sin dormir y sufriendo constantes torturas psicológicas. 'No sabía si yo iba a morir en cualquier momento, porque eso es lo primero que ellos dicen, a la primera que hay que matar es a la que tienen ahí'.
Dice que su secuestro fue por razones políticas, ya que su familia es de tradición electoral y su hermano era uno de los candidatos más opcionados a la Alcaldía de Plato en ese año.
Durante su cautiverio fue testigo torturas, asesinatos a civiles, reclutamiento de menores y del tratamiento que le daban a las mujeres embarazadas.
Por estas razones le cuesta creer en la guerrilla y aunque afirma que ya perdonó y que sueña con un país en paz, siente que este no se alcanzará producto de los acuerdos de paz en La Habana.
Dice que lo pactado no logrará una reparación real de las víctimas y que las Farc 'no reconocerán verdad'.
'El presidente lo que quiere es ganarse el título de que él fue el que firmó el acuerdo de paz, pero esa paz con impunidad no es la que yo quiero. Yo no quiero ver a esa gente sentada en el Congreso de la República, así porque sí y donde están todos los crímenes que han cometido entonces no estoy de acuerdo'.
Después de cuarenta días en poder de la guerrilla, Lola sintió tiros y el fuego cruzado empezó a invadir el campamento. Ante los disparos y la confusión emprendió la huida y empezó a correr en dirección contraria a las balas.
Tres días tardó para llegar al pueblo más cercano, al que llegó sobre las cinco de la tarde. Se encontraba entre el Carmen de Bolívar y San Jacinto. Se subió a una buseta y el conductor le preguntó: '¿Para dónde va?'. Ella respondió: '¿Hasta dónde llega?'. Así llegó a San Juan y de allí a Barranquilla, ciudad a la cual volvió después de años de exilio.
Escepticismo
Una mirada similar tiene el exconcejal Miller Soto Solano, quien sufrió un intento de secuestro por parte del EPL a los 15 años que lo dejó en silla de ruedas de por vida.
'Mi problema es que no creo en las Farc, obviamente cuando tú estás propendiendo por lograr la paz hay que ceder espacios y esos espacios incluyen la posibilidad de ceder en cuanto al castigo de los crímenes', afirma.
Para Soto los acuerdos, aunque digan lo contrario, sí traerán impunidad a la guerrilla. Sin embargo, señala que 'no está dicho que sea mala la impunidad para lograr la paz'.
Manifiesta que los acuerdos alcanzados plantean la posibilidad de que se dé una verdadera reparación, pero es escéptico con respecto a su correcta implementación.
'En Colombia hasta para ser víctima se necesita palanca', sostiene.
Ese temor sobre la correcta implementación del acuerdo es compartido por Rodrigo Barragán, desplazado la vereda El Pital del municipio de San Benito Abad (Sucre) por parte del Frente 35 de las Farc.
'Lo más importante es que cuenten la verdad, porque nosotros todavía no sabemos por qué fuimos desplazados y por qué asesinaron a mi padre', dice Rodrigo.
*Nombre cambiado
Sí a la paz, no a la libertad
El sargento viceprimero de infantería de Marina y presidente de la Asociación Guerreros Heridos en Acción, Evis Alberto Paternina Barreto, de 46 años, asegura que la organización está complacida con los avances en los acuerdos de paz, 'como hombre que combatió sé que la mejor guerra es la paz'.
Sin embargo, aseguró que no están de acuerdo con el punto de penas, pues considera que la Farc resultará privilegiada. 'No es posible que muchos de nuestros compañeros del Ejército y la Infantería que le han servido a la Patria, estén tras las rejas y ellos no vayan a pagar cárcel, esto no es justo', sentenció.