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Mujer e Igualdad

La independencia de María para sostener a sus hijos

La mujer fue víctima de desplazamiento forzado. María del Carmen Varela nació en Chibolo, Magdalena.

“Cuando uno es madre descubre la fortaleza que no sabe que tiene”, es la frase que puede identificar mejor a María del Carmen Varela España –una mujer que fue víctima del desplazamiento forzado en el corregimiento de Polo Nuevo en Chibolo, Magdalena– y que de no saber más que las labores del hogar, pasó a montar su propio taller de zapatos y una panadería para sacar adelante a sus hijos.

María del Carmen nació en Chibolo, -tiempo después- el amor la impulsó a mudarse al corregimiento de Polo Nuevo, donde convivió algunos años con su ex pareja hasta los 16 años de edad, cuando fueron desplazados por grupos al margen de la ley, dejándoles como única opción regresar a su lugar de nacimiento.

Estando en Chibolo, tuvo a sus primeros hijos, un par de gemelos y una niña por quienes tuvieron que irse a Barranquilla –a la casa de un familiar de él– a probar suerte y buscar un mejor futuro.

Una vez en La Arenosa, se instalaron en la casa de su ex cuñada, quien residía en el barrio Los Almendros (etapa 3), y rápidamente él comenzó a trabajar en lugares donde las contrataciones eran por días, lo poco que ganaba les permitía sobrevivir hasta que un día él decidió irse con otra mujer.

María aseguró que esa parte de su vida no fue fácil. “Ese momento fue tremendo porque yo dependía de él, lo único que sabía hacer eran las labores del hogar y cuando él se va me quedo sin nada, había quedado a la deriva”, dijo.

La situación la obligó a llevar a la casa de su madre a ‘los mellos’ para que se los criara mientras ella se quedaba en la ciudad con la niña, quien tenía un año y medio de nacida.

“Tuve que aprender a hacer cosas distintas a limpiar la casa”, aseguró Varela, quien consiguió trabajo en una panadería y en un restaurante.

Afirmó que en su día a día tenía una jornada laboral extenuante, “entraba a las 7:00 a.m. y salía a las 10:00 p.m., a esa hora era que volvía a ver a mi hija que era cuidada por mi ex cuñada”, dijo.

En últimas y porque necesitaba la ayuda de su familia, decidió mudarse a la casa de una tía en Sabana Grande, en ese municipio del Atlántico consiguió trabajo como mesera, donde conoció al hombre que la impulsó a seguir adelante y quien le daba plata para la comida, de la que sacaba todos los días para  reunir $8.000 para pagarse un curso de confección de calzado todos los domingos.

Un año después de estar saliendo le pidió que vivieran juntos. “Me dijo que él se hacía cargo de mí y de mis hijos”, recordó María del Carmen, quien haciéndole caso a su corazón –aunque con un poco de temor por lo que había vivido en su antigua relación– se mudó a Polo Nuevo con el hombre que le había prometido una vida tranquila y con quien tuvo a su cuarta hija.

María relató que seis meses después de convivencia fue a buscar a sus dos hijos mayores, de los que no volvió a separase y quienes le ayudan con el negocio de la panadería mientas se dedica  hacer zapatos de mujer.

Varela España explicó que pudo organizar en la sala –con el apoyo de la Gobernación del Atlántico– un espacio donde elabora de manera artesanal el calzado.

Aseguró que la fecha de más pedidos en es diciembre y que sus clientes tienen la libertad de llevarles el diseño que deseen que quieren que les haga. “Nunca me han regresado un par de zapatos, nunca me han dicho que estuvo mal hecho o que se les dañó o que tiene malos acabados. Yo procuro hacer todo con dedicación, todo bien para no tener ese tipo de problemas”, aseguró mientras explicaba cómo se hacía uno.

María del Carmen Varela reconoció que después de tantos años no se ha declarado ante el Gobierno como desplazada y que no está interesada en abrir un proceso de restitución de tierra –no solo por temor– sino porque está segura que no va a encontrar un buen futuro. “Acá mis hijos tienen más oportunidades de estudio, de conseguir trabajo y de tener una mejor vida que yo”, afirmó con seguridad esta madre que hoy en día es fiel a la creencia de que las mujeres tienen que ser independientes y valerse por sí mismas para sacar adelante –pese a cualquier adversidad– a sus hijos.

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