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La historia de La Troja tiene dos capítulos que, aunque son muy distintos, se entrelazaron y dieron como resultado el Patrimonio e Institución Cultural Musical de Barranquilla (1999).

Por un lado, hubo una mujer con un deseo incesable por mantener a sus hijos, y por el otro un grupo de jóvenes barranquilleros que simplemente deseaban un espacio físico donde pudieran parrandear sin prejuicios, sin horarios y sin límites.

Existe un refrán popular que reza: 'De tal palo, tal astilla' y este, muy probablemente, es el caso de Edwin Madera, actual dueño de La Troja, y su madre Zunilda Del Carmen Velásquez de Madera, antigua propietaria del establecimiento.

Madera describe a su progenitora como una mujer trabajadora, capaz de asolearse por el sostenimiento de sus tres hijos y por tal motivo se dedicaba día tras día a la venta de almuerzos en las diferentes construcciones del norte de Barranquilla. De sus tres descendientes Edwin es el mayor y, como ella, se ha ocupado a tiempo completo de su trabajo e hijos (9).

Un día de trabajo como cualquier otro, en 1967, mientras Zunilda Velásquez repartía los respectivos almuerzos del día se topó con Jorge López, dueño de lo que fue una choza en aquel momento.

Madera relató que López se dirigió a su madre cuando ella estaba laborando: 'Nombe, Zunilda te vas a asolear. Mira, estos pelaos me dejaron un tenderete, vamos a negociar esa vaina'.

Justo en este instante de la historia de La Troja cerraron un negocio en el que el establecimiento pasaría a ser propiedad de los Velásquez Madera.

Aquel quiosco del que se había conversado y del que López había sido dueño, 'fue gestado por un grupo de ‘bacanes’ barranquilleros que pertenecían a la oligarquía y que siendo jóvenes entre los 20 y 32 años quisieron tener su propio refugio para pasarla bacano', dijo Madera.

Estos decidieron armar una propiedad en el antejardín de uno de ellos; hicieron una choza con palmas, madera, clavos y medias cañas de guaduas. Al terminar hicieron lo propio: gozarse el Carnaval de 1966, en la avenida Olaya Herrera, por la que para ese entonces pasaba la Batalla de Flores.

El pequeño grupo de jóvenes pertenecientes a la élite de Barranquilla contrató a un mesero ya conocido (Jorge López) y según Madera le dijeron: 'ya tenemos la ramada. Toma este dinero, compra unas cajas de frías, de whisky, nos haces unas picadas y unos cocteles de camarón porque vamos a rumbearnos el Carnaval del 66'.

Hicieron lo propio y le cedieron el lugar al mesero, con un: 'quédate con esa vaina'.

Meses después, en 1967, la madre de Edwin Madera inicia la venta de sus almuerzos en el lugar y logra popularizarse en la cuadra; entre los vecinos del lugar estaban Emisoras ABC y Emisoras Riomar. Los trabajadores de ese lugar lo llamaban ‘Quiosquito ABC’.

Luego de la defunción de su madre, Edwin Madera, con 33 discos de salsas, decidió darle un alto a los estigmas sociales y a la bonanza marimbera, que aquejaba la ciudad en aquel entonces, creando en el norte de Barranquilla lo que hoy es conocido como el Patrimonio e Institución Cultural Musical de Barranquilla.

'En homenaje a mi madre y en homenaje a estos bacanes le voy a poner La Troja, el mejor ambiente salsero', dijo Madera.

De esta manera, el empresario comenzó su trabajo para posicionarse entre los mejores de la capital del Atlántico, por lo que para él era clave saber qué estaba en la vanguardia. Contó que acudía de forma regular a los establecimientos de la competencia y este con mucha atención tomaba nota de los temas del momento, luego iba a comprarlos para su local.

Lo que para él no puede, y nunca faltará en La Troja, es la música del puertorriqueño Héctor Lavoe.

La Troja en la vanguardia.

Con 52 años de haber sido fundada, La Troja sigue estando vigente y, además de sus reconocimientos, también es un establecimiento que se ha mantenido en la vanguardia por cuenta propia. Actualmente tiene presencia en Twitter, Facebook e Instagram. Por su parte, seguidores de la Troja se han encargado de crear listas de reproducción en plataformas como Spotify.