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Un 25 de diciembre cumplía años de nacido Juancho Rois, el mejor acordeonero que tuvo Diomedes Díaz, y ese mismo día fue sepultado el Cacique de La Junta. La fecha del natalicio de Rois se convirtió en motivo de inspiración y dio paso a la canción que lleva por título ‘25 de diciembre’.

'Hoy tengo el alma de fiesta y el corazón bien contento, estoy llorando por dentro para que nadie lo sepa, quisiera verla de cerca cuando reciba las flores, quiero llegar a la iglesia para rezar en su nombre y llegar a donde uno se confiesa y pedir por nuestros amores', dice esa canción.

El sepelio de Diomedes Díaz fue multitudinario. Luego de que se realizaran todos los homenajes el féretro fue subido a una unidad móvil del Cuerpo de Bomberos de Valledupar, rumbo al cementerio Jardines del Ecce Homo, su última morada.

Algunos seguidores no aguantaron tanta euforia por su ídolo y cayeron desmayados sobre el pavimento caliente. A otros la temperatura no les hizo efecto y por el contrario se mostraron entusiasmados para darle el último adiós tal y como se lo merecía el Cacique, con todos los honores y acompañado de su pueblo.

Nadie podrá decir con exactitud cuántas personas asistieron a este sepelio, lo único cierto es que los que estuvieron presentes sí podrán describir lo que observaron: rostros sudados, muchas lágrimas, gritos y personas bebiendo whisky.

A las 2:20 p.m. sus más cercanos amigos como Poncho Zuleta, Jorge Oñate e Iván Zuleta ayudaron a mover el cajón de la tarima Francisco el Hombre, ubicada en la Plaza Alfonso López hasta el carro de bomberos. A la salida de la plaza central se comenzó a escuchar un coro que decía: ‘Cacique, Cacique, vamos Cacique’, y mientras algunos lloraban de manera inconsolable, otros se mostraban sonrientes. El mánager del artista guajiro, José Zequeda, confesó que el día que regresaban de Barranquilla, capital donde tuvo lugar su última presentación, Diomedes le dijo que cuando lo estuvieran enterrando él quería verlo todo. 'El día de mi entierro quisiera poder sacar la cabeza del cajón y ver cómo toda mi fanaticada corea mi nombre y todas mis canciones, eso sería muy bonito para mí, José, porque después de muerto quiero seguir sintiendo el cariño de mi gente', recordó Zequeda.

El recorrido. Siete patrullas motorizadas de la Policía Nacional encabezaron el desfile y dos carrozas fúnebres, cargadas con flores y coronas a marcha lenta se movían entre la multitud, una calle de honor de la Fuerza Pública antecedía el cortejo. Los equipos de sonido de los carros y de los negocios no dejaron de amplificar las canciones del artista.

Y en medio de esa gran algarabía, vendedores de toda clase de artículos, desde rosquitas de queso hasta chicles, caminaban haciendo su ‘agosto’ en diciembre. 'Esto es impresionante', atinó a decir Adalgiza Parodi, una mujer de edad avanzada, que se quedó en la orilla para ser testigo de la despedida del cantor campesino.

En la parte posterior del carro de Bomberos iban Rafael Santos y Martín Elías que animaban a la fanaticada con un 'se vive, se siente, Diomedes está presente'. La carrera novena solo se llena así en el tradicional Desfile de Piloneras, durante el Festival de la Leyenda Vallenata.

'Aquí hay mucha gente, por eso preferí quedarme en la barrera', sostuvo Adalgiza, mientras que algunos almacenes, mientras pasaba la multitud, cerraron sus puertas. Osman Hernández, otro espectador, señaló que 'Diomedes tuvo el sepelio que imaginó'.

Las viudas Patricia Acosta y Luz Consuelo Martínez forcejearon en el cementerio porque cada cual quería ser la primera en despedir con un beso a Diomedes Díaz.

(Haga clic aquí para ver la galería de imágenes del sepelio)

Disturbios y disputas entre las viudas. En el momento en que Diomedes iba a ser enterrado, los seguidores comenzaron a lanzar piedras contra su familia, debido a que no los dejaban ingresar hasta la fosa. Por las pedradas, a la carroza fúnebre le partieron el vidrio trasero. Agentes de la Policía y varios seguidores resultaron con heridas. En el último adiós del cantor campesino, dos viudas se pelearon por darle un beso al gran amor de su vida. Consuelo Martínez, su última compañera sentimental, y Patricia Acosta, con quien convivió 30 años, destaparon el vidrio que tenía el ataúd del artista guajiro y lo despidieron entre lágrimas y disgustos.

Una vez pudieron alejar a las viudas de la bóveda, El Jilguero de América, Jorge Oñate, agarró una pala y comenzó a echarle tierra al cajón; pero el mayor de los hijos de Diomedes, Rafael Santos, dijo que nadie le iba a echar tierra en el pecho a su papá y que dejaran a los trabajadores de la empresa fúnebre que terminaran su labor. 'A mi papá nadie lo pisoteó en vida para que lo vengan a hacer ahora, vamos a dejar que le echen tierra rápido porque esto está imposible y la gente está loca'.