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El Caribe ofrece una amplia variedad de cultivos debido a la diversidad de suelos en los siete departamentos.
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El reto de la sostenibilidad agraria en la Región Caribe

Cambiar costumbres arraigadas es urgente para garantizar la vida de todos.

La Región Caribe colombiana es próspera en muchos aspectos, pero de una vocación agrícola innegable, dada la fertilidad de sus suelos, los extensos cuerpos de agua que la recorren, la biodiversidad de sus entornos y el trabajo abnegado de miles de personas que en el campo encuentran el sustento para sus vidas, y al mismo tiempo contribuyen con sus cultivos a una humanidad mejor cada día.

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Cultivos de pancoger, grandes extensiones de árboles frutales, hortalizas, leguminosas y una variedad enorme de alimentos se dan en los diferentes ecosistemas del territorio Caribe, en el que se puede cultivar desde tubérculos como yuca y ñame, hasta café con calidad de exportación, como ocurre en las laderas de la Sierra Nevada de Santa Marta y la Serranía del Perijá.

Es por ello que el sector agrícola de esta zona, al igual que en el resto del país y el mundo, han asumido el compromiso que se tiene con desarrollar una actividad agraria sostenible, alineada con los compromisos de la humanidad para la protección del planeta y que cuide de las maravillas naturales de una región que puede darlo todo.

El camino a seguir

Una agricultura próspera, inclusiva, sostenible, baja en emisiones y resiliente al cambio climático es posible en la región y lograrla es imperativo para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y dar cumplimiento a los compromisos globales suscritos al respecto.

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Expertos señalan que la crisis por la pandemia y otros factores están llevando a los mercados mundiales a unos niveles de recesión económica importantes como hace tiempo no se daban, aumentando los niveles de hambre y pobreza, algo que, a su vez, multiplica los desafíos para el sector agrícola.

Los caminos hacia el logro de estas metas versan en torno a la necesidad de avanzar en las agendas socioeconómica, ambiental y climática. Un estudio del Ministerio de Agricultura señala que se necesitarán propuestas de inversión que tengan un fuerte efecto de reconstrucción en el corto plazo, a la vez que sean eficaces en la consecución de los objetivos climáticos y ambientales.

Casos de éxito en este aspecto se conocen en Colombia y otros lugares de América Latina como opciones que permiten una transformación de la agricultura en la Región Caribe, que no afectan la productividad ni la rentabilidad, y que, por el contrario, en muchos casos expanden las oportunidades de desarrollo económico y social.

El Caribe ofrece una amplia variedad de cultivos debido a la diversidad de suelos en los siete departamentos.

 

Cada semilla sembrada representa una enorme ilusión para las familias campesinas.

La importancia de los cambios

El agro sostenible es por definición científica una respuesta al problema del deterioro medioambiental que pone en peligro la producción de alimentos e insumos y a nivel global se habla de que sobre la base de la más alta tecnología se encuentra el futuro del campo.

La demanda creciente de productos agrícolas ejerce sobre el ecosistema una fuerte presión por la intervención de la actividad humana, lo cual tiene sus efectos en elementos de carácter económico y social.

Para los productores del campo, el futuro se presenta como un escenario permanente de oportunidades, por lo cual el Caribe también debe ponerse a tono con este enfoque de agricultura moderna del que tanto se habla en el mundo.

Se trata de un gran desafío para una región que ha hecho un trabajo agrícola a pulso, de la forma tradicional, pero que ahora requiere del acompañamiento de entes gubernamentales e inversores privados que puedan sumar esfuerzos en la dirección correcta.

Los siete aspectos fundamentales

• Uso eficiente de los recursos que provee la naturaleza, tales como el suelo, el agua y aquellos del clima que pueden ser aprovechables.

• Optimización del trabajo para emplear el menor esfuerzo para obtener el máximo rendimiento.

• Estudio de las variables del agroecosistema para determinar sus interrelaciones y periodicidades.

• Incorporación de la tecnología que minimice el impacto ambiental.

• Focalización de los recursos en función de la productividad.

• Utilización de los elementos de forma sistémica, multifuncional y sostenible para maximizar el aprovechamiento de las interrelaciones.

• Evaluación constante del proceso para preservar la integridad estructural ambiental y funcional de los recursos naturales, económicos y sociales.

 

El esmero con el que trabajan los campesinos es un factor crucial para la calidad final de los productos que llegan a la mesa.
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