Muchos de los árboles que echan raíces en el Caribe colombiano florecen en pétalos amarillos, como la lluvia de oro –árbol ornamental introducido–, o las especies nativas como el guayacán de bola y el roble amarillo, que tienen ese tono predominante en la vegetación del bosque seco. En Barranquilla se ven esporádicamente estas pinceladas cálidas entre el paisaje urbano que conforman los árboles más comunes de la ciudad.
Esta mirada a las plantas que habitan Barranquilla es a propósito del Día de la Tierra, que este año está dedicado a los árboles y a su importancia para la adaptación de los ecosistemas al calentamiento global. Hoy, la fecha coincide con la firma del Acuerdo de París sobre el cambio climático, que se realiza en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York.
Mientras en Nueva York firman los acuerdos para ejecutar las acciones que pongan un límite a las emisiones de gases de invernadero, en Barranquilla este breve recorrido por esa vegetación que convive con la dinámica de la ciudad inicia con las emblemáticas bongas que son comunes en el barrio El Prado.
En el Prado
Las bongas o ceibas –nombre científico Ceiba pentandra– son árboles longevos de rápido crecimiento que pueden alcanzar 5 o 6 metros en los primeros dos años de vida. Sobreviven firmes en sus reducidos segmentos a un lado de las vías pavimentadas y frente a las edificaciones del histórico barrio.
Hermes Cuadros, experto en botánica de la Universidad del Atlántico, señala que en Barranquilla existen tres tipos de vegetación: los sobrevivientes de la flora nativa, los que son producto de la siembra deliberada de árboles y los que surgen por la reproducción incontrolada de unos y otros.
'Muchos de los lugares de El Prado donde hoy hay edificios y casas antes eran fincas o haciendas, y al construir dejaron algunos árboles de la vegetación natural que permanecen todavía', explica Cuadros, quien agrega que otras plantas han sido sembradas en estos espacios, como las palmeras que acentúan el toque turístico del hotel de El Prado.
En la región Caribe existen cerca de 3.500 especies de plantas –tantas como en el Chocó– y de esas hay unas 600 que son leñosas y pueden ser utilizadas en arborización de la ciudad; sin embargo, cerca del 75% de los árboles en las calles y áreas de uso pertenecen a una docena de especies.
'Debemos recordar que la baja diversidad y los cultivos monoespecíficos facilitan la diseminación de plagas y su control, que a menudo es sacrificado por cuestiones estéticas antes que prácticas o científica', advierte Cuadros.
Los que florecen en amarillo
Los imponentes robles amarillos y el guayacán de bola son algunos de los ejemplos de plantas nativas de los bosques secos, que no dependen tanto de los insectos para dispersar las semillas, porque el viento se encarga de ese trabajo. Actualmente la mayoría del bosque seco presenta desforestación y está en proceso de desertificación.
Aunque la lluvia de oro no es nativa, como las anteriores, también engalana la ciudad con esos tonos y hace parte de las plantas más populares por su belleza y practicidad, ya que es resistente a plagas.

Algunas especies frutales
Árboles como el de mango, tamarindo, el de níspero, entre otras especies frutales, están ligadas a las costumbres gastronómicas de los barranquilleros, pero más allá del beneficio alimenticio y el componente cultural, los estudios científicos confirman que las plantas han sido necesarias para el sustento de la vida en el planeta.
La bióloga María Cristina Martínez cuenta que si regresamos en el tiempo, hace 3.500 millones de años, uno de los hitos en la evolución de la vida fue la producción de oxígeno por parte de las plantas. 'Eso cambió la atmósfera del planeta y permitió que otros organismos pudieran evolucionar. Las plantas fueron las primeras en salir del océano, y al descomponerse transformaron el suelo', explica Martínez, y destaca que, históricamente, la supervivencia humana ha estado ligada a la presencia vegetal, desde el oxígeno que respiramos, pasando por la alimentación, la obtención de fibras para vestir, la madera para la construcción de estructuras, hasta el desarrollo de medicinas, naturales y sintéticas, a partir de principios químicos contenidos en las plantas.
El experto en botánica explica que, en las condiciones de cambio climático, el uso adecuado de los árboles será determinante en los procesos de adaptación y mitigación. 'No podemos pensar en sembrar árboles porque sí, los procesos de arborización deben estar pensados en el aporte de las especies de cara al cambio climático', afirma Cuadros, quien agrega que algunos árboles almacenan en su follaje compuestos orgánicos volátiles (provenientes de los gases industriales y de la combustión de los vehículos) que se liberan al suelo cuando llueve, contaminando el ambiente. 'Una especie que no sea la adecuada puede convertirse en un problema en lugar de una solución'.
Este tipo de estudios sobre cómo interactúan las plantas urbanas con gases que produce la industria y la movilidad no se han realizado en Barranquilla –según el experto– cuando se incentiva el cultivo de especies extrajeras, como el árbol del nim, que por ser crecimiento rápido ya es común encontrarlo en varias zonas de la ciudad.
Por otra parte, hay iniciativas que busca reforestar la flora nativa en las inmediaciones de Barranquilla, como es el caso del proyecto Ecocampus de Uninorte, que en diciembre de 2015 trasplantó en el Parque Isla Salamanca mangles en terrenos que fueron destruidos por los incendios.

Otras especies comunes
Los almendros es tan popular que, igual que el roble, le da nombre a un barrio. Hay un par de estos que dan sombra a la fachada de EL HERRALDO y son hogar de las ardillas del Parque Almendra. Otras plantas que no pueden faltar en este repaso rápido son el matarratón, el árbol de uvita playera, la plumeria con sus flores fragantes, entre otras plantas nos invitan a estudiar y adaptar la ciudad con árboles que sigan aportando a la construcción de ambientes sano.