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Para CHCH
La excelencia de la muestra de Manuel Hernández en el Museo de Arte Moderno es una conminación a recorrer todas sus salas, y despacio.

A medida que me sumergía en este mundo tan distinto sentía una tranquilidad y una paz que hacía mucho tiempo no percibía. Un estado de ánimo que producen los verdaderos museos y más con este pintor que consigue una armonía tan equilibrada entre sus colores y sus formas geométricas flotantes, que sus lienzos son poesía pura. Cuando le preguntaron a Picasso, en el Moma de Nueva York: ¿qué es la pintura moderna? contestó con su grueso acento español: 'Todo el mundo quiere entender la pintura. ¿Por qué no tratan de entender el canto de los pájaros o por qué nos gustan las flores y la noche? cuando se trata de pintura tienen que entenderla.

El artista trabaja porque siente la necesidad de hacerlo. La gente que trata de explicar un cuadro está tomando el rábano por las hojas'.Por su parte Manuel Hernández dijo a la prensa, durante su muestra en Bogotá del 2008 'Si el artista no logra pasión en lo figurativo, es hora de cambiar. Mantuve las formas y algunos colores, los óvalos, rectángulos, diagonales. Los óvalos son la Tierra, el caminar de la Tierra alrededor del Sol. El óvalo es el universo, es la paz'. Para el pintor, la pintura no es asunto de fama.

Es algo sagrado. 'Creo que hay un Dios, y la naturaleza ofrece verdades ineludibles de Él por eso no hice nada político, el pintor a su pintura'. Hernández habla con absoluta libertad. Tal vez, esta es la otra fuerza que nos envuelve cuando nos detenemos ante sus lienzos. Es la libertad que no encontramos en nuestras vidas, con sus horarios, itinerarios y comparendos. Frente a esta obra permanecemos, obra que es capaz de sumergirnos en un mundo de paz, tranquilidad y un poquito de libertad. Barranquilla está de suerte, la película El árbol de la vida, de Terence Malick, Palma de Oro Cannes 2011, se proyecta tanto en la Cinemateca, como en los teatros del Éxito(caso raro como pocos.) Sin narrativa, en el sentido tradicional del término, la película es un poema en imágenes que reflexiona sobre el destino y los misterios de la creación. Vemos al planeta Tierra flotar en llamas en el espacio infinito y las aguas inmensas de un tsunami sideral que la invaden, la cubren y la enfrían, para permitir la aparición de la vida submarina.

Somos testigos de la evolución de las especies que les permite vivir en tierra seca y al aire. Hola Mr. Darwin, curso completo de geología y antropología que nos recuerda quiénes somos y de dónde venimos. Hay una secuencia conmovedora, un dinosaurio muy simpático (Spielberg, nada) que se asoma a la escena y se detiene al ver un ser vivo, tendido cerca al agua. Lo mira y lo mira, y resuelve que es mejor retirarse. Se aleja a salticos breves y juguetones. Filósofo tenía que ser este Malick, sí, egresado de Harvard y catedrático de La Sorbona.

Un narrador ratifica la película que pasa frente a nuestros ojos asombrados, ahora oímos cómo se suceden las generaciones, sus remembranzas, visiones y contradicciones. Las discusiones entre padre e hijo. La muerte del hijo menor en la guerra resalta el pensamiento pacifista del director. La exaltación de la naturaleza lo confirma.

Tita Cepeda
Opinión