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Marco Schwartz, Mauricio Vargas y Alba Pérez del Río. Luis Rodríguez
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“Bolívar nunca pensó en liberar medio continente”: Mauricio Vargas

El escritor Mauricio Vargas presentó su nueva novela.

Mauricio Vargas confiesa no haber entendido a Francisco José de Paula Santander hasta que escribió La noche que mataron a Bolívar (Editorial Planeta). Con esa novela el reconocido escritor y periodista colombiano pone punto final a su trilogía de la Independencia, que comenzó con El mariscal que vivió de prisa (2009) y Ahí le dejo la gloria (2013). Vargas insiste en que le costó comprenderlo, sí, pero ahora no tiene duda de que este conservador que luego fue liberal, federal y finalmente centralista, se sentía “el hermano menor de Simón Bolívar”.

Eso no quiere decir, bien lo aclara, que se identifique con un bando o con otro. Vargas no emite juicios. Su libro narra cómo dos titanes ávidos de poder terminan siendo devorados por ese regalo envenenado, que no es otra cosa que el propio poder. 

Esa conversación la tiene con dos grandes amigos, el director de EL HERALDO Marco Schwartz y la escritora Alba Pérez del Río, quienes lo acompañaron la noche del miércoles en la presentación de su nuevo libro en el tradicional restaurante-bar La Cueva.

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“Es que ambos hacen exactamente lo que las circunstancias los llevan a hacer. Dos gallos en un corral se llevan mal, salvo porque aquí había algo más allá y era que Santander se sentía el hermano menor de Bolívar. Cuando eso pasa nos sentimos incomprendidos, nunca suficientemente reconocidos por nuestro hermano mayor”, reflexionó Vargas durante el evento. 

Es que su obra, justamente, narra esa relación de amor y odios entre dos hombres ambiciosos, así como la fragilidad que puede tener el poder y su impacto en ellos. Sí, porque fue ese ego, según Vargas, el que terminó por traicionar y aislar al Libertador, quien a pesar de todo “nunca pensó en liberar medio continente”.

“Parece que los frivolizo, pero la ideología de ellos está determinada por las circunstancias y no por las convicciones. Eso es normal, no le podemos pedir más a una gente que se estaba inventando unos países imposibles de inventar. Si nosotros aún no hemos podido, imagínense en aquella época”, apuntó el novelista, que escuchó y respondió los apuntes y cuestionamientos de sus dos amigos. 

Schwartz hizo hincapié en los episodios más apasionantes de la obra: además de aquella “nefanda noche septembrina”, citó el momento de desesperación del General Urdaneta que le hizo leer la siguiente frase del libro: “traición gusta, traidor no”.

Por esa evocación Vargas aseguró que “ese es el drama que vivió Juan Manuel Santos con Uribe”.

En la historia de Colombia se repiten coyunturas, recordó Vargas. Otro ejemplo fue cuando los bolivarianos decidieron que Santander fuera el embajador en Washington, pese al momento álgido que vivían ambos. No se hablaban y se odiaban.

“Y eso también lo hemos visto ya. Uribe gana la presidencia y ¿qué hace con el hombre que derrota en 2002? Lo nombra en la OEA. Es decir, la manera más colombiana de arreglar todo es esa”, consideró Vargas, quien no libra a Santander de los atentados contra su “hermano menor”.

“Santader se estaba preparando para irse y por eso le pide a estos muchachos santanderistas que planean matar al tirano  que “dejen que yo me vaya”. No les pide que no lo hagan. De hecho, tranca dos atentados contra Bolívar, pero no porque le quiera salvar la vida, sino porque no quiere que lo maten mientras él esté en Colombia”, contó el escritor.

Regresamos a las “colombianadas”, expresó más adelante. Uno de los conspiradores se emborrachó, contó todo el plan en una cantina, y cuando ya se reveló ese complot, lo único que les quedó fue llevarlo a cabo ya. “Por eso la noche septembrina ocurre el 25 de septiembre y no en octubre, cuando Santander estuviese en Whashigton”, explicó Vargas.

Elogios a la narrativa

Durante la presentación, Pérez del Río elogió ampliamente el cuidado narrativo de una obra que, según consideró, “sabe muy bien cómo humanizar la historia”. 

“Es una novela con una trastienda importante, bien trabajada, con buena dosificación, con buenos detalles. Nos dice incluso cuánto se tardaba una travesía a lomo de caballo entre Honda y Bogotá”, dijo la escritora. “Es tan fino que además nos dice: depende si había lluvia o no”, añadió. 

Tiene razón. Vargas desempolva y recrea minuciosamente la ambientación, el lenguaje y la vestimenta de aquella época. La moda ‘borbónica’ y el estilo ‘Josefina’ viste la novela. La riqueza en los detalles es tal, que Pérez del Río se preguntó cómo hizo Vargas para describir tan meticulosamente, por ejemplo, las peripecias vividas en la plaza del mercado. Según ella, fue como si el escritor observara un cuadro y narrara “maravillosamente” lo que allí veía.

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