El miércoles pasado, Canadá se convirtió en el primer país del mundo desarrollado en legalizar el consumo recreativo de la marihuana. Las imágenes de cientos de canadienses haciendo largas colas al día siguiente para comprar cannabis dio la vuelta al mundo.

No es el primer país en abrir esa puerta. El año pasado, Uruguay aprobó el expendio de la droga en farmacias. Sin embargo, el caso de Canadá tiene repercusiones mayores, no solo por el tamaño del país –sus 36 millones de habitantes multiplican por 10 la población uruguaya–, sino por su condición de miembro del G-7 y su relación especial con Estados Unidos, adalid mundial en la lucha contra la droga.

Ahora bien, el paso dado por Canadá no lo convierte en el país donde más gente tiene acceso legal al consumo de marihuana. Ese controvertible honor le corresponde, paradójicamente, a EEUU, donde ocho estados autorizan el consumo libre de la cannabis. Uno de ellos, California, tiene tantos habitantes como Canadá y Uruguay juntos.

El debate sobre la legalización de las drogas es muy antiguo, y hasta ahora ha predominado en el mundo la doctrina general de la prohibición. Algo en lo que sin duda ha tenido que ver la beligerante posición de las sucesivas administraciones estadounidenses.

En esta discusión, todas las partes tienen argumentos que suenan razonables. Los prohibicionistas alegan que las drogas son nocivas y, si se facilita el acceso a ellas, pueden causar estragos en la sociedad. Los legalizadores sostienen que la prohibición solo consigue generar mafias y aumentar los riesgos de adulteración del producto, con las consecuencias que ello tiene para la salud del consumidor.

En la polémica hay quienes son partidarios de limitar la legalización solo a la marihuana; otros –entre ellos los liberales puros de tradición anglosajona– defienden la legalización total, con el argumento de que la misma libertad plena que defienden para el mercado debe ser extensible a los individuos, a quienes consideran responsables únicos de sus actos.

Al margen de cuál sea la mejor decisión ante esta encrucijada, no deja de ser irónico ver cómo se va abriendo paso en otros lugares la legalización de la marihuana –es muy probable que el siguiente país sea México, con 123 millones de habitantes–, después del espantoso infierno que vivió Colombia durante años cuando era el principal productor de esa droga. Y en un momento en que el Gobierno acaba de aprobar sanciones para el porte y consumo de dosis personales.

Son los gobernantes, legisladores y jueces los llamados a trazar, de la mano de los expertos, la ruta en este tema de tanta complejidad. Nosotros nos limitamos por ahora a constatar las vueltas que da la historia.