Iván Duque tomó ayer posesión como el 60 Presidente de Colombia con un extenso discurso en el que envió señales claras de lo que será su línea de Gobierno y en el que mezcló con habilidad un mensaje conciliador -que entroncó con el relevo generacional en la Casa de Nariño- con avisos de que esa mano tendida no debe confundirse con debilidad.

El acto de posesión no se celebraba en unas condiciones normales, sino que estaba precedido por 16 años de polarización en la vida política del país. Muchos colombianos, hastiados por tanta tensión acumulada, estaban expectantes con la intervención de Duque, un economista de 42 años recién cumplidos que venía predicando la necesidad de pasar página y buscar consensos amplios para afrontar el futuro.

Muy importantes en ese sentido fueron los llamados insistentes que hizo a la unión de los colombianos y su promesa de gobernar “libre de odios y revanchas”. Al menos la música sonó bien. Lo que está por ver es si logrará ese objetivo, a la vista de la belicosidad que siguen exhibiendo al menos dos de los actores más importantes de lo que será el nuevo escenario político: la petrista Colombia Humana, y el Centro Democrático, partido del propio Duque.

El flamante presidente se mostró contundente contra la corrupción, que se ha expandido a niveles alarmantes; al respecto solo cabe desear que logre erradicar este flagelo de la vida nacional.

Son de destacar además el compromiso que mostró con la equidad y la justicia social, su apuesta por la industria creativa (Economía Naranja) y por la educación, y su promesa de meter en cintura a las Eps para mejorar sustancialmente el sistema de salud. Un punto controvertible, por más que concite apoyo popular, fue su anuncio sobre la implantación de la cadena perpetua para el proxenetismo y los delitos contra menores.

Pero quizá el punto en torno al que había más expectativa es el de la implementación del Acuerdo de Paz con las Farc y las negociaciones con el Eln. Con respecto a lo primero, dijo que promoverá una iniciativa legal para que “en adelante” el narcotráfico y el secuestro dejen de ser delitos conexos. No quedó claro si ese proyecto de ley afectará los casos que ya han llegado a la JEP. Fue, en todo caso, el único anuncio concreto que hizo sobre el Acuerdo de Paz, que no descalificó en su totalidad. En cuanto al Eln, dijo que en 30 días hará una evaluación sobre estas negociaciones, y adelantó que, en caso de que continúen, exigirá a esa guerrilla el cese total de sus acciones criminales.

Duque dedicó en su discurso críticas a su antecesor (corrupción, inseguridad, asesinato de líderes sociales, fraude en las contrataciones, mala gestión financiera…), pero sin llegar a los extremos del presidente del Congreso, Ernesto Macías, quien lo antecedió con una intervención de extraordinaria dureza contra Juan Manuel Santos y que desató un debate encendido en medios políticos y en las redes. Pese a intervenir en la solemne ceremonia en su calidad de cabeza del Congreso, Macías actuó como un vocero del Centro Democrático: no ahorró elogios a su partido y al líder, Álvaro Uribe, y, con tal de llevarse por delante a Santos, dibujó un cuadro apocalíptico de la situación de Colombia que en nada beneficia a la imagen del país. Más allá de las críticas legítimas que se puedan hacer al anterior presidente, la intervención de Macías fue, lisa y llanamente, inoportuna e impresentable.