El Editorial | Salud digna para los atlanticenses
Atlántico apuesta por un nuevo modelo de salud que garantice servicios de calidad y atención con respeto a los usuarios. Sanear deudas con trabajadores y acreedores, liquidar cuatros hospitales y crear una nueva ESE son fases de un proceso ambicioso que no debe tener reversa.
El nuevo modelo de salud anunciado por la Gobernación del Atlántico es, hoy por hoy, la salida más conveniente a la insalvable crisis hospitalaria que afronta la red pública del departamento. Si la reorganización del sistema sanitario no se acomete con prontitud este no será viable en el corto plazo. Siendo realistas, los cuatro hospitales a liquidar –Universitario Cari, Niño Jesús, de Sabanalarga y Juan Domínguez Romero, de Soledad– hace mucho tiempo dejaron de ser sostenibles, lo que ha puesto en riesgo permanente la prestación de los servicios sanitarios a los cerca de 750 mil afiliados del régimen subsidiado del departamento, en su gran mayoría habitantes de los municipios. Por eso es una buena noticia que ya exista una hoja de ruta para emprender un verdadero cambio en el sector de la salud del Atlántico, sustentado en la creación de una empresa social del Estado (ESE), de carácter universitario, que entraría a operar en noviembre.
Las distintas fases contempladas en este plan se conocen luego de meses de un análisis serio y ponderado con el que se da respuesta a la complejidad de una crisis cada vez más profunda. La prolongada emergencia sanitaria derivada de la pandemia de covid-19 retrasó su puesta en marcha, al tiempo que desnudó todas las deficiencias de un sistema agonizante que no es posible continuar sosteniendo debido a la grave afectación que causa a los usuarios, obligados a ser los gestores de su propia salud, teniendo que trasladarse de un lugar a otro buscando autorizaciones para consultas o tratamientos, e incluso mendigando por los servicios requeridos. Eliminar las odiosas barreras de acceso, corregir los históricos errores en los procesos administrativos o mejorar la interacción entre los actores de la cadena para crear rutas de atención eficientes deben ser parte de los desafíos que incorpore este nuevo modelo en el Atlántico.
Humanizar la salud, en beneficio de los usuarios, es posible. No podemos aspirar a menos, secretaria Alma Solano. Como pocos, usted conoce la fragilidad de la red de salud pública del departamento que no admite mejoras cosméticas, sino transformaciones de fondo que, sin duda, requerirán cuantiosas inversiones para sanear las deudas con los actuales empleados y acreedores, mejorar la deficiente infraestructura, fortalecer la prestación de servicios, digitalizar las historias clínicas y fondear el inicio de la nueva ESE. El compromiso de la gobernadora Elsa Noguera al destinar recursos que podrían superar los $300 mil millones reafirma su voluntad de resolver este cuello de botella, convertido en una amenaza para el bienestar físico y mental de los atlanticenses. Así también lo deben asumir los diputados de la Asamblea, que deberán aprobar las facultades solicitadas por el departamento para avanzar en la reorganización.
Con toda firmeza, se debe materializar la propuesta que enhorabuena ha obtenido el respaldo de Anthoc. Consciente de la encrucijada de los hospitales públicos a ser liquidados –cuyo déficit sobrepasa los $210 mil millones, mientras la cartera apenas llega a $70 mil, lo cual hace impracticable alcanzar equilibrio financiero–, la organización sindical califica como “coherente y decente” la iniciativa, pero deja en claro que la nueva ESE “debe ser una entidad pública en la que los trabajadores conserven sus derechos”. Es lo justo. Estamos frente a una oportunidad inmejorable para acabar con la tercerización, creando nuevos cargos de planta a los que se pueda vincular, a través de convocatorias públicas, a los empleados contratados por prestación de servicios.
La salud en Colombia no puede seguir siendo considerada como un privilegio. Semejante aproximación, tan errada como nociva, consecuencia de su recurrente crisis, tiene que quedar atrás. Lograrlo dependerá de la construcción de acciones concretas y concertadas entre los actores del sector que deben trabajar unidos para que la salud, como un derecho de todos los ciudadanos, garantice servicios oportunos, con óptimos estándares de calidad y una atención respetuosa para los usuarios. Democratizar la salud es un ejercicio de participación social que nos involucra a todos.
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