
El Editorial | País partido en dos
La perniciosa estrategia de Trump de deslegitimar el voto por correo y sembrar dudas acerca del sistema electoral resultó mejor de lo que esperaba porque, en corto tiempo, logró minar la confianza de millones de ciudadanos en sus instituciones.
Tensión máxima en Estados Unidos luego de las elecciones presidenciales más convulsas y reñidas de su historia reciente. Se trata, sin duda, de un escenario realmente crítico, sin una fácil o rápida resolución, en el que la tradición constitucionalista y democrática de este país se encuentra expuesta a un daño irreparable, mientras un desgastante pleito legal está a punto de llegar a los tribunales estatales y, en última instancia, a la Corte Suprema de Justicia, de amplia hegemonía conservadora, llamada a resolver diferencias electorales como ocurrió en el caso de Florida en las votaciones de 2000 entre Al Gore y George W. Bush. La gran diferencia es que ninguno de ellos dos ejercía el poder, como hoy sí lo ostenta Donald Trump.
La perniciosa estrategia del presidente de deslegitimar el voto por correo y sembrar dudas acerca del sistema electoral resultó mejor de lo que esperaba porque, en corto tiempo, logró minar la confianza de millones de ciudadanos en sus instituciones. Ni los rusos lo habrían podido hacer mejor. Tras meses de una álgida campaña acusando, días tras día, a los demócratas de orquestar un colosal fraude para arrebatarle la victoria, entre los electores republicanos se extendió un sentimiento de profunda indignación: lo más parecido a una impredecible tormenta social estimulada por los mensajes irritantes sobre supuestas irregularidades lanzados a través de la cuenta de Twitter del presidente en las últimas horas.
Cuesta creer que el presidente de los Estados Unidos insista en promover, sin evidencia alguna, la confusión y el descrédito en torno a la transparencia del proceso electoral para intentar dividir con fines partidistas a los habitantes de este país, dolorosamente fragmentado por la inequidad social y las disputas raciales exacerbadas durante su gobierno. Trump no ha parado ni por un momento de condenar el voto por correo. Quienes optaron por esta forma de participación, que alcanzó niveles históricos, la mayoría de ellos demócratas y población negra, hispana y asiática, temen que su decisión termine siendo invalidada injustamente. Si esto llega a suceder, se abriría una nueva herida en el corazón de las minorías, no solo difícil de cerrar, sino capaz de poner en riesgo la gobernabilidad de la nación americana, gane quien gane.
Las horas más tensas de la larga noche electoral reflejaron la ruptura institucional. Mientras el demócrata Joe Biden pidió paciencia a sus votantes para esperar los resultados reiterando que el proceso solo terminará hasta que se cuenten todos los votos; Trump, reafirmando su carácter impredecible y autoritario, decidió proclamarse vencedor ante la demora de la confirmación de un ganador debido a la lentitud del conteo por la masiva participación de ciudadanos en el voto anticipado.
Trump no defrauda. Contrariado por los resultados adversos, presentó demandas en Michigan y Pensilvania y pidió recuento en Wisconsin. Mientras, en la campaña de Biden, convertido en el candidato presidencial más votado en la historia de Estados Unidos, empezaron a alistar su batería legal para dar la pelea en las instancias judiciales.
Atornillarse en el poder a como dé lugar es la apuesta del presidente republicano, quien no se quedará quieto en su propósito de erosionar la legitimidad del voto por correo, al que estima una amenaza, al tiempo que con sus desafíos vuelve a poner a prueba la fortaleza del equilibrio de poderes de su país, que él mismo ha lastimado.
¿Cuánto más se podría prolongar un recuento y la proclamación de un ganador cuando la posibilidad de disputas alrededor de los comicios se anticipa interminable? Preocupa el mar de incertidumbre en el que navega hoy la primera potencia mundial y el impacto que esta deriva tendrá en el orden global. Al fin y al cabo, es real que cuando Estados Unidos estornuda, el mundo se resfría. Y estamos en medio de una pandemia.
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