Poner fin a la impunidad de los crímenes contra periodistas le ha quedado grande a los Estados del mundo que no solo incumplen su deber de proteger a los comunicadores, sino de garantizar que sus victimarios rindan cuentas ante la justicia. Al menos nueve de cada diez asesinatos contra periodistas quedan en la más absoluta impunidad, según un nuevo informe de la Unesco.
El análisis indicó además, un descenso del 14% en el número de periodistas asesinados durante el periodo 2018-2019 frente al bienio anterior, un total de 156, de ellos 57 el año anterior. América Latina, zona letal para el ejercicio periodístico con el 31% de los casos, sigue siendo la región del mundo con el mayor registro a nivel global, y por países, México, con 12, encabeza este infame listado. En los primeros 9 meses de este 2020, a pesar del confinamiento por la pandemia del coronavirus, 39 comunicadores fueron asesinados, 16 en naciones latinoamericanas.
Contrario a lo que el imaginario popular pueda creer, a la mayoría de los periodistas no los asesinan en zonas de conflicto o como consecuencia de sus coberturas en guerras: los matan para callarlos por sus denuncias sobre hechos de corrupción, violación de los derechos humanos, delitos ambientales o tráfico de drogas, armas e incluso, trata de personas. En el caso de las mujeres periodistas, los ataques – dentro y fuera del ciberespacio – se concentran en su género y van desde el acoso hasta las agresiones físicas y sexuales.
Estremece constatar cómo cerca del 90% de los responsables de los asesinatos de 1200 periodistas en el mundo, entre 2006 y 2019, no han sido castigados. Impunidad terrible que envalentona a los culpables de estos crímenes y de otros delitos repudiables, como torturas, desapariciones, detenciones arbitrarias, agresiones y acoso, a seguirlos cometiendo.
Cada asesinato o episodio violento contra un periodista, que termina en la impunidad, envía un mensaje devastador a sus compañeros que, por voluntad propia, deciden silenciarse o censurarse para minimizar riesgos, evitando revelar ‘realidades incómodas’ o expresar opiniones contrarias a la mayoría. Se reconocen indefensos ante la inoperancia de la justicia y abandonados por una sociedad anestesiada por la indiferencia o paralizada por el miedo. Gana el silencio. Se dificulta decir la verdad.
En el Día Internacional para poner fin a la impunidad de los crímenes contra periodistas, el pasado 2 de noviembre, se insistió en cómo la violencia contra los trabajadores de la prensa hace peligrar el acceso de las sociedades y las democracias a una información diversa e independiente. Los ataques contra periodistas o reporteros gráficos afectan el derecho ciudadano a estar informado, la democracia y el bien común. Las investigaciones ‘diligentes y oportunas’, anunciadas tras cada nuevo crimen, deben dar paso a condenas ejemplares para recuperar confianza en el sistema judicial, promover la libertad de expresión y garantizar la seguridad de los periodistas.
Durante la Conferencia por el Día Mundial de la Libertad de Prensa 2020, conmemoración prevista para el 3 de mayo, pero retrasada por el impacto de la Covid-19, se están debatiendo mecanismos para fortalecer las investigaciones y juicios que acaben con la impunidad sistemática alrededor de los crímenes de periodistas. Hoy, en el Día de los Derechos Humanos, alzamos la voz para que la dignidad de los periodistas sea respetada y protegida.