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El Editorial | La ‘supercodicia’ en el mundo del fútbol

La Superliga europea es en realidad un nuevo ejemplo del afán desmesurado e insaciable de llenar los bolsillos a toda costa con el deporte como plataforma y la televisión y las marcas anunciantes como motor de los dividendos.

Todo es por dinero. No es preocupación por los aficionados, no se trata de un plan para el desarrollo integral de los futbolistas, no es altruismo, no es un proyecto para “la salvación del fútbol”, como pretende promocionarlo sin sonrojos Florentino Pérez, presidente del Real Madrid. La tan sonada Superliga de Europa, el torneo que 12 grandes equipos del ‘Viejo Continente’ anunciaron a los cuatro vientos el domingo anterior y que ayer ya empezó a desmoronarse por el retiro de los equipos ingleses ante el rechazo de sus seguidores, de la prensa y del Gobierno británico, no es más que otra muestra de la supercodicia que caracteriza a muchos dirigentes del balompié a nivel universal, y una manera de presionar cambios en la forma en que la UEFA y la FIFA manejan el multimillonario negocio que se mueve en el mundo del balón.

La Superliga es en realidad un nuevo ejemplo del afán desmesurado e insaciable de llenar los bolsillos a toda costa con el deporte como plataforma y la televisión y las marcas anunciantes como motor de los dividendos. No importa lo que digan los dirigentes de los otros equipos por fuera del G-12, los entrenadores, los futbolistas, y quienes son la razón de ser de esta disciplina como espectáculo, los aficionados.

Sí, ellos, los fanáticos, quienes se apasionan y se mantienen al pie de lo que ocurre con sus clubes, empiezan la cadena de la industria en la que se ha convertido el fútbol pagando entradas a los estadios, comprando camisetas de sus equipos y suscribiéndose a canales y a operadores de televisión en los que ven los partidos. Los ‘torcedores’, como los llaman en Brasil, son el espíritu y la esencia de este show al que se le ha sacado todo el jugo posible y al que se pretende seguir exprimiendo.

Justo en los tiempos del covid, cuando se pensaba y se suponía que la humanidad sacaría a flote por fin toda su solidaridad y generosidad (un ideal que se fue desvaneciendo y ya parece un espejismo después de más de un año de pandemia), 12 de los clubes más ricos del mundo no quieren seguir compartiendo el pastel que brinda la televisión y los patrocinadores. Por eso decidieron armar rancho aparte para que la rebanada sea más grande para cada uno de ellos.

No importa que el torneo que pretenden implantar no premie lo que cada uno haga en su liga interna (la participación solo estaba asegurada para los 12 socios y algunos invitados), no importa lo excluyente que resulta, no importa que tengan que abandonar los lineamientos de sus federaciones o campeonatos, de la UEFA y la FIFA, no importa nada si se multiplican las ganancias. Eso es lo que ha quedado de manifiesto.

La Unión de Asociaciones Europeas de Fútbol (UEFA) y la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) han rechazado totalmente la creación de este torneo y amenazan a los jugadores que lo disputen con prohibir su participación en las selecciones de sus países y por ende en los mundiales. Varios gobiernos, exfutbolistas, técnicos, dirigentes y medios de comunicación le han bajado el pulgar al proyecto.

Ante tanta presión todos los equipos ingleses declinaron y el Barcelona ha dicho que someterá a votación entre sus socios la posibilidad de hacerlo. Parece que esta vez no se saldrán con la suya los impulsores de la Superliga, en cabeza de Florentino Pérez, pero ya dieron un nuevo campanazo. Esta revolución se viene forjando hace rato. La aparición de varias rectoras mundiales de fútbol como ocurre en el boxeo (AMB, OMB, CMB, FIB, entre otras), podría ser un escenario futuro para el fútbol. Se quiere tener el control pleno del negocio.

La FIFA y todas sus confederaciones tienen que empezar a ceder también en algunas disposiciones y situaciones que generan inconformismo y que saturan y van en desmedro de la calidad del espectáculo como eso de ampliar el número de participantes en los mundiales y en los torneos importantes de clubes, incrementar el número de partidos y el número de competencias sin el suficiente descanso para los protagonistas entre uno y otro juego. Y otros aspectos que hacen brotar desacuerdos.

No se deben proyectar malos ejemplos. Ni es correcto hacer de otra forma lo mismo que los 12 ricos quieren ejecutar actualmente. Es probable que ahora fallen en el intento, pero volverán al ataque. La supercodicia sigue jugando en el fútbol y con ganas de patear todo en busca de más dinero.

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