Sigue siendo implacable la catástrofe laboral en Colombia. Según el DANE, en julio más de 4 millones 100 mil personas perdieron su empleo frente al mismo mes de 2019. Un año atrás, la población ocupada era de 22,1 millones, hoy es de 17,9 millones. La pandemia del coronavirus continúa haciendo lo suyo, especialmente en las empresas de menos de 10 trabajadores, donde la destrucción de empleos se aceleró en sectores duramente castigados como el comercio, vehículos, actividades artísticas, alojamientos y restaurantes.

La tasa de desempleo en el séptimo mes del año del coronavirus es del 20,2%, 9,5 puntos porcentuales más que en julio de 2019, cuando ese indicador fue del 10,7%. Un dato revelador de la magnitud de la crisis lo entregó el propio director del Dane, Juan Daniel Oviedo, “pasamos de tener 486.000 personas que llevan buscando trabajo entre tres y seis meses, en julio de 2019, a tener 2,1 millones de personas, con lo cual hay una relación de consistencia con la pandemia y el incremento de la población desocupada".

A este ejército de colombianos que busca un trabajo, bien sea porque perdió el que tenía como consecuencia de la parálisis de la actividad económica por el confinamiento o porque concluyeron sus estudios, y ahora tratan de emplearse, hay que sumarle la población inactiva: 2,7 millones de personas, que no están buscando ocupación laboral remunerada porque no quieren – poco probable, cabría decir en esta debacle laboral – o no pueden hacerlo. En esta situación se encuentran 17,3 millones de personas, buena parte de ellas, antes de la pandemia, ya se habían cansado de buscar trabajo. Hoy ni lo intentan.

En esta paradoja se sitúa un significativo número de mujeres que no volvió a trabajar porque tuvieron que quedarse en casa cuidando a las personas mayores o con factores de riesgo de su familia, o velando por el bienestar y educación de sus hijos menores de edad que por la pandemia dejaron de acudir a guarderías, jardines infantiles o colegios. Ahora que la afectación sanitaria da una tregua, sin ahorros ni opciones laborales garantizadas, no están en capacidad económica de pagar una empleada que las ayude. Además, con un deterioro tan notable del mercado laboral, conseguir trabajo resulta una posibilidad remota.

Una crisis con rostro de mujer reflejada en las dramáticas cifras de desempleo femenino que profundizaron durante julio la brecha de género laboral en Colombia. Injusticia social a tope: por cada hombre que salió de la población ocupada aparecen dos mujeres. El Dane indicó que el desempleo masculino fue del 16,2%, mientras que el de las mujeres se trepó al 26,2%, una diferencia de 10 puntos porcentuales, el doble si se compara con igual periodo del año 2019. Lamentable realidad que confirma mes a mes que la peor factura de esta pandemia la pagan las mujeres.

Si no se ponen en marcha políticas públicas a favor de las mujeres orientadas a ofrecer oportunidades económicas y posibilidades de ingresos a esta población, especialmente a las madres cabeza de familia, se disparará la incidencia de la pobreza en Colombia. ¿Cómo enfrentar este fenómeno que no es nuevo, pero que va a peor en medio de la actual afectación sanitaria, económica y social por efecto de la pandemia?

La Vicepresidencia de la República lidera la creación de un “patrimonio autónomo para promover, financiar y apoyar exclusivamente los emprendimientos y empresas de mujeres”, una iniciativa para beneficiar hasta 350 mil de ellas en el país. Y para el resto, ¿para los millones de mujeres que hoy están en casa sin recibir remuneración por su trabajo como cuidadoras, qué están pensando?

Recuperar el empleo de las mujeres debe ser prioridad, así como facilitarles el acceso y la permanencia en el mercado laboral garantizándoles una fuente de ingresos propios. Además, se deben extender, lo que haga falta, los pagos de los programas sociales del Gobierno nacional a hogares vulnerables de mujeres cabeza de familia o en el futuro la figura de una renta básica, teniendo en cuenta que la recuperación económica será más lenta de lo esperado.

Equidad es aprobar más y mejores políticas diferenciales de empleo para mujeres, orientadas a crear nuevos puestos de trabajo, estables y productivos, que sean la base de la reconstrucción del país. Lograr el empoderamiento de las mujeres asegura crecimiento económico y desarrollo social, además de un cambio cultural que reconozca todo su potencial, capacidad y esfuerzo.