Atlántico conmemora este 15 de junio su aniversario 118. Somos un departamento joven si nos comparamos con otros, como Bolívar, Cauca, Antioquia o Magdalena, creados en el siglo XIX. Con una alta densidad poblacional, pese a su reducida extensión territorial: más de 2,8 millones de personas hacen vida en él, 1.500.000 en sus 22 municipios y 1.300.000 en Barranquilla. Por distintas razones, pero principalmente por ser un corredor estratégico para la conectividad en la región Caribe y por su doble condición de puerto marítimo y fluvial, afronta realidades complejas, como señalan las opiniones ciudadanas que a diario registramos en EL HERALDO.
Distintos sectores advierten sobre retos socioeconómicos para reducir pobreza, desempleo e informalidad, aumentar productividad o afianzar crecimiento que genere empleo digno, sobre todo en la ruralidad, con particular enfoque en jóvenes y mujeres. También las preocupaciones de las comunidades se centran en fenómenos de criminalidad e inseguridad al alza, servicios públicos deficientes, acceso a vivienda, coberturas de educación y salud, aún lejos de ser universales, y otras necesidades significativas en materia de movilidad, vías, recreación, deporte o cultura. Cada uno de los municipios, dependiendo de su vocación agrícola, turística o industrial, entre otras, recoge un sentir que expresa sus legítimos intereses con el fin de sacar el máximo provecho del dinamismo que se ha adquirido en los últimos años, inclu- so en pandemia.
En la cuenta regresiva de su mandato, Elsa Noguera, gobernadora del Atlántico, entrega su balance. Oportuno que lo haga en el último aniversario que presidirá. Sin dejarse arrastrar por la polarización política que arrincona a la opinión pública hacia los extremos, muchas veces sin saber cómo ni por qué, alentada en ocasiones por un cierto tipo de periodismo intransigente, por no decir fanático, abrimos el debate, más allá de las trincheras partidistas, para centrarnos en lo sustancial. Lo primero es establecer qué tanto se ha hecho hasta ahora y lo que aún está pendiente. Respuestas a preguntas concretas. Bellas Artes, la primera unidad funcional de la Gran Vía, el Centro de Deportes Náuticos Salinas del Rey, la cancha de San Isidro o el Hospital Juan Domínguez Romero, de Soledad, entre otros, se entregarán en los próximos meses.
Son buenas noticias para quienes re- claman espacios dignos que garanticen bienestar. Es el deber ser del ejercicio de lo público: obras que impacten positiva- mente la calidad de vida de la gente permitiendo, además, aumento de ingresos, más empleo decente, desarrollo social inclusivo y mejoras en las condiciones de la población. Avances en agua potable y saneamiento básico, progresos en el potencial turístico de Puerto, Usiacurí, Luruaco y Juan de Acosta, y la industrialización del campo con seguridad alimentaria en Repelón, Suan y Santa Lucía han pasado a ser hechos reales. Queda mucho por hacer, sin duda, pero la velocidad de crucero con la que se ha materializado un sinnúmero de proyectos claves no se puede perder. Sería un gran error.
Ponemos la lupa en la maratón de entre- ga de obras que arrancará en los próximos días. Lo más cercano, motivo de complacencia porque la cultura es parte central de nuestra identidad caribe, es la reapertura de la Biblioteca Meira Delmar y el Museo del Atlántico, tras su acertada intervención. Irrebatible que estas iniciativas son imprescindibles, pero aún más que se llegue a ellas mediante consensos, identificando necesidades e intereses, estableciendo alianzas con actores públicos y privados, asumiendo reglas de juego claras y transparentes, y actuando con eficiencia administrativa en el trabajo en equipo. Impronta de Elsa Noguera, para quien cada peso suma y transforma. Al final, es un tema de confianza. Esta administración ha dado pasos importantes para reducir desigualdad social, pero va de salida. Quienes concurren a las elecciones de octubre no solo tendrán que gestar su visión de un Atlántico posible, formulando propuestas concretas; también deberán saber leer las demandas ciudadanas y, en lo posible, construir sobre lo construido para minimizar riesgos de caer en el pernicioso adanismo que suele olvidarse de la razón de ser de la política: cuidar de la gente a diario trabajando para que alcance felicidad.