En un paisaje poblado habitualmente de noticias negativas, resulta gratificante poder publicar una excelente nueva como la que ayer anunciaron la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Fundación Arbor Day: Barranquilla ha sido incluida entre las 59 ciudades más arboladas del mundo, en la primera lista de esta naturaleza que promueve la FAO.

La capital atlanticense es la única ciudad de Colombia y una de las cuatro sudamericanas –junto a Quito y las brasileñas Campo Grande y Sao Carlos– que figuran en el selecto grupo. Entre las urbes pioneras del listado figuran grandes metrópolis, como Nueva York, San Francisco, París, Toronto o Madrid, y localidades de menores dimensiones, como Bradford (Reino Unido) o la italiana Mantua.

Pese a los esfuerzos de más de un depredador por destruir nuestros árboles, y la permisividad administrativa de otros tiempos para que tales crímenes ocurrieran, Barranquilla logró conservar, mal que bien, un nivel básico de frondosidad urbana.

Pero la gran transformación en este terreno se ha producido con la puesta en marcha del programa Siembra Barranquilla, impulsado por la Administración Char en 2017. Una ambiciosa iniciativa que tiene como fin sembrar 300 mil árboles de 18 especies tropicales –seleccionadas tras un estudio de silvicutura que se prolongó durante dos años– y conseguir que la sensación térmica se reduzca en seis grados.

Hasta diciembre pasado se habían sembrado cerca de 35 mil árboles en 43 zonas de la ciudad. En una de sus primeras intervenciones como alcalde, Jaime Pumarejo anunció a comienzos de enero que durante su mandato se sembrarán más de 250 mil. Una promesa que, ni más faltaba, esperamos que se cumpla sin contratiempos.

Para comprender mejor la importancia de estar en esta lista, nada más elocuente que las palabras del presidente de la Fundación Arbor Day, Dan Lambe: “Esta distinción es un homenaje a la creatividad y sostenibilidad a la hora de crear comunidades más saludables”.

Tal como explica la FAO, los árboles tienen muchas propiedades: reducen el ruido, protegen las fuentes de agua, previenen la erosión del suelo y reducen los costes de energía para aire acondicionado y calefacción. Además, mejoran la salud de los habitantes y ofrecen un atractivo estético en medio de la infraestructura urbana.

Como señalábamos al comienzo, noticias como esta nos llenan de orgullo y nos demuestran la importancia de avanzar en la consolidación de Barranquilla como una ciudad de vanguardia en materia ambiental, donde los ciudadanos sean bien conscientes de lo que está en juego para las futuras generaciones.