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A la dolorosa estigmatización por su trabajo, la carencia de elementos de bioseguridad para cumplir con su misión de salvar vidas, las implacables y extenuantes jornadas diarias, y las insufribles condiciones que los arrinconan a la precariedad laboral, hoy el personal de salud suma una preocupación adicional por cuenta de la nueva realidad desatada por la expansión de la pandemia de coronavirus.

Médicos, enfermeros y auxiliares, entre otros integrantes del personal de clínicas y hospitales de Barranquilla y el Atlántico, están siendo víctimas de insultos, golpes, amenazas con armas de fuego y agresiones, que ponen en riesgo su integridad física, salud mental y el adecuado cumplimiento de sus imprescindibles labores en medio de esta crisis. Por si fuera poco, las instalaciones sanitarias, donde en ese momento se encuentran recibiendo atención un sinnúmero de pacientes, son atacadas y dañadas. Ocurrió en el Camino Adelita de Char y más recientemente, en el Hospital de la Universidad del Norte en Soledad.

Quienes protagonizan estos desmanes, de acuerdo con las denuncias de los propios representantes del sector de la salud, son ciudadanos que, alterados por los diagnósticos recibidos, información sobre decesos de sus seres queridos y aplicación de protocolos asociados al manejo de enfermos y cadáveres sospechosos o confirmados de coronavirus, responden de manera airada sin medir las consecuencias de sus acciones. Si bien es cierto que el dolor nubla la razón, rápidamente hay que recuperar la cordura y evitar caer en la violencia y en sus, siempre lamentables, consecuencias.

Detrás de tanta irracionalidad que afecta el buen juicio de las personas está la infodemia, la dañina desinformación que cabalga sin control a través de las redes sociales propagando noticias falsas y extremadamente peligrosas. Este incontrolable y malsano placer, que se extiende como la mala hora y seduce a todos por igual, los lleva a compartir, sin el menor pudor, mensajes envenenados que discriminan, propagan odios y violentan, textos y videos que mienten y lanzan acusaciones sin ningún rigor, maquinan conspiraciones, vulneran sin piedad al vecino, al amigo, al familiar. Da igual. Una combinación tóxica de ignorancia y miedo que ahora, en medio de semejante crisis sanitaria y cuando más los necesitamos, se ensaña contra los profesionales de la salud. Vaya manera de empatizar con el que está ayudando a superar esta debacle. Más paradójico, imposible.

Atacar la misión médica es una clara violación a los derechos humanos y un profundo acto de irresponsabilidad. ¿En qué momento el personal de salud, el que está en primera línea de combate de la pandemia, merecedor de aplausos y reconocimientos, se convirtió en el villano de esta historia? Ahora resulta que médicos y enfermeras son mercaderes de la muerte y deben ser juzgados y en lo posible, condenados por la atención que brindan a pacientes en medio de la peor crisis sanitaria de la historia reciente de la humanidad. El mundo al revés.

Visto lo visto, parecería que el minúsculo virus también es capaz de hacerle perder a las personas la capacidad de distinguir el bien del mal y lo verdadero de lo falso. Quienes persistan en confundir y multiplicar falsedades deberán cargar con el peso de esta ignominia en sus conciencias. Rogar para que esta vileza no acabe en tragedia.

La incertidumbre es mala consejera, genera dudas, promueve inseguridades e incita a equivocarse. Difícilmente una situación que suscite más perplejidad que esta, pero tejer una red de mentiras y engaños para desacreditar la misión médica es una infamia. Todo el respaldo y gratitud por siempre a los profesionales de la salud, héroes silenciosos de este desafío global. Cada vez más necesarios porque la curva del contagio va para arriba y el colapso de sistema de salud es una amenaza real que los pondrá aún más contra las cuerdas. Se requiere, con urgencia, reforzar las acciones pedagógicas y de cultura ciudadana para quienes, por incredulidad o inconciencia, siguen desestimando la amenaza del virus que los acecha. Si no conocen lo que enfrentan, continuarán negando o rechazando lo que la COVID-19 es capaz de hacer. Y esto apenas comienza.