Dos largos años y seis días debieron transcurrir para que la esperanza de la paz y el fin de la guerra se asomara en realidad y con hechos tangibles en el Medio Oriente. Fueron jornadas de dolor que se cobraron miles de vidas y que causaron sufrimiento indecible a miles de personas que perdieron a sus seres queridos en medio de un terrible conflicto que se prolongó cada vez más con mayor crudeza y con pocas expectativas de hallar una salida.

Cuando el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, lanzó su plan de paz para la Franja de Gaza, evidentemente el escepticismo impidió, en un primer momento, que el mundo diera crédito a una real posibilidad de poner fin a la guerra que se detonó el 7 de octubre de 2023 cuando Hamás atacó el sur de Israel asesinando a unas 1.200 personas y tomara como rehenes a otras 251, y que después derivó en una ofensiva militar israelí sobre la Franja que se calcula acabó con las vidas de más de 67 mil palestinos.

No obstante el plan tomó forma y en pocos días se logró el acuerdo de las tensas negociaciones por separado con Israel y Hamás, con un rol crucial del presidente Trump, pero también de los gobiernos de Catar, Turquía y Egipto, especialmente este último que sirvió de anfitrión para la firma este lunes del histórico documento con el que se sella el fin de la guerra en Medio Oriente y aflora la esperanza en esta parte del planeta.

A la par de la firma se produjo el esperado intercambio de los 20 rehenes que Hamás mantenía en su poder por los 1.968 palestinos que Israel mantenía presos en su territorio. Imposible no emocionarse al ver las imágenes de los reencuentros que esperaron por tantos y tantos días las familias de lado y lado en este crudo conflicto.

Sucedió lo impensable, se produjeron hechos reales: por ahora se respeta el alto el fuego, hubo intercambio de rehenes isarelíes por palestinos presos y el gabinete de Netanyahu, con el aval al acuerdo suscrito, aprobó la retirada del Ejército de Israel hasta una línea que le permitirá mantener el control de una parte de la Franja de Gaza. Esta es apenas la primera de varias fases del plan diseñado por el presidente Donald Trump, quien en la cumbre en Egipto y en la firma del acuerdo pasó factura de cobro al señalar que se trata del “acuerdo más grande y complejo, y también es el lugar que podría provocar problemas tremendos, como la Tercera Guerra Mundial”.

Ciertamente es un paso histórico el que se ha logrado. Más allá de buscar victorias, derrotas o protagonismos, ha ganado la humanidad con el fin de un conflicto que lucía insoluble y que generó unos efectos colaterales en todo el mundo producto de la polarización que causó en buena parte de las naciones –por supuesto Colombia no fue la excepción y hasta en objeto de estrategia política terminó convertido–.

Lo importante es que la paz pueda ser duradera, que las ayudas humanitarias comiencen a llegar en masa a Gaza para atender las necesidades y la hambruna que también fue parte de la dolorosa guerra; y que el plan de reconstrucción se elabore y ejecute de manera efectiva y rápida, para lo cual se prevé una gran cumbre sobre el tema en Inglaterra en noviembre.

El histórico acuerdo logrado para el fin del conflicto en el Oriente Medio, más allá de sus promotores, debe sustentarse en políticas de Estado y en el férreo compromiso de los países que lo apoyaron e impulsaron para mantener y honrar lo pactado. Lo que se viene no será una tarea fácil, pues es razonable que persista la desconfianza y las tensiones que generan retos como el de determinar de forma clara y definida cómo será ese proceso de reconstrucción de gaza, quién y cómo se garantizará la supervivencia de los miles de gazatíes que comenzaron a retornar a lo poco o nada que queda de su territorio, y muy importante, cómo será el proceso para crear una autoridad transitoria que le dé a la Franja estabilidad política e institucional. Esto es apenas el principio, ojalá así sea, de una nueva era para Oriente Medio.