El tránsito de la vida es, realmente, corto. Un suspiro en comparación con las grandes causas a las que se puede dedicar la existencia. Durante esta semana que acabó dos personalidades del periodismo deportivo marcadas por la lucha en sus creencias abandonaron este plano de la existencia: la barranquillera Bertha Benedetti de Carbonell y el cartagenero Eugenio Baena Calvo.

Dos estilos fácilmente reconocibles, ella desde su espacio televisivo en el canal regional Telecaribe y él siendo su voz un sonido habitual en las cadenas radiales de mayor sintonía en el país y con su programa mañanero.

Los dos, distendidos en sus comentarios, alegres ante la vida y apasionados frente a su más importante legado: la defensa de lo nuestro, de la región Caribe, del deportista y las tradiciones deportivas del Atlántico y Bolívar.

En un mundo que se globalizó, donde muchos vuelcan sus miradas al elegante fútbol europeo, Berthica –como se hizo popular– no solo desafió la idea de que una mujer hablara de fútbol, sino además lo hizo bajo el entendido de defender primero a los de la tierra. Primero el Junior, luego los equipos costeños como Unión Magdalena, Real Cartagena y Jaguares y nada más. Lo primero siempre fueron los jugadores del terruño, como en sus horas fueron Víctor Pacheco, Iván Valenciano, Jorge Bolaño y el mismo Carlos Valderrama. Más recientemente, mientras el mundo se encandilaba con James Rodríguez, su mirada estuvo puesta siempre en Teófilo Gutiérrez, Carlos Bacca y, más recientemente, Luis Díaz.

Sus defensas, a capa y espada, todos ellos, por delante del que fuera, poniendo de manifiesto no solo su compromiso con el lado humano del deportista, sino con el valor que hay que tener para destacar lo de uno, para cuidar lo propio, para cultivar la pasión por todo aquello que llevamos en la sangre y que respiramos todos los días. Defender y criticar puede ser lo mismo si se ve con los ojos del amor maternal que ella expresó en la cámara.

Por otra parte, que no decir del ‘Bate’ Baena. Sí, el béisbol fue su razón de ser profesional, pero contar las historias del deporte fue su motivo de ser. Si por el lado paternal nos vamos, solo así se puede entender que con sacrificios y esfuerzos crió la que es hoy en día una de las grandes referentes del deporte colombiano, la múltiple campeona mundial de patinaje Cecilia, más conocida como la ‘Chechy’.

La acompañó por el mundo viéndola cruzar la meta primero que las demás y por todos es recordado el conocido relato de aquella victoria en la que desgañitó la garganta con “¡Va ganar la nena!”, que retumbó por todas las emisoras del país.

Y es que, como todos los grandes, tenía conectada la garganta directo al corazón, pues solo así es posible que quede grabado el sentimiento en el aire que sale de los pulmones. Como aquella tarde del 2005 en que se quedó mudo luego de la exigencia descomunal de hacer vibrar a toda la ciudad con la única clasificación a una final de la primera división de su querido Real Cartagena: “¡Virgen de la Candelaria!”, invocó con todas sus fuerzas antes de quedar mudo por la emoción que le quebró el espíritu.

Eugenio defendió al deportista, aunque no le tembló el pulso en criticar. Era chapado a la antigua, hombre cordial, de mandar las tarjetas de ‘Feliz Navidad’ y ‘Próspero Año’. De esos que hacía compadres para toda su vida, como Miguel ‘Happy’ Lora, a quien acogió en su casa para que se preparara camino a ser campeón del mundo y que, además, le dio por ahijada a la ‘Chechy’. Lora la bautizó como padrino cuando la pequeña tenía dos años. Al tiempo lo emuló para ser campeona mundial. De todo ello fue testigo Baena.

Tal vez el más grande legado para aquellos que comienzan en las lides del periodismo deportivo que dejan Bertha y Eugenio no sea la pompa de los peinados y maquillajes para la televisión y las pantallas ni el glamour de las veladas de titulos mundiales ni el lujo de las Grandes Ligas. Lo más importante siempre será el amor por lo que uno tiene. El amor por lo de la casa.