Hoy hace justo dos meses intentaron asesinar a Miguel Uribe Turbay, senador del Centro Democrático y uno de sus precandidatos presidenciales. También en este día, militantes de su partido y simpatizantes del exmandatario Álvaro Uribe Vélez, condenado en primera instancia a 12 años de prisión domiciliaria inmediata por dos delitos, protestan en las calles contra el fallo de la juez Sandra Heredia, del que aseguran tiene un marcado sesgo político.

De hecho la movilización, convocada en “defensa de principios democráticos, en rechazo a la persecución política y para exigir justicia con garantías”, indican, es su forma de expresar de manera “pacífica y decidida”, literalmente así lo advierten, el mensaje de que “Uribe es inocente”. Entre otras razones, porque insisten en que no existen pruebas para condenarlo.

La marcha, que se da por sentado no será la última en una extensa disputa judicial en la que no todo está resuelto, se celebra tres días después de que el Tribunal Superior de Bogotá denegara la medida provisional para suspender la detención domiciliaria del expresidente, solicitada por su defensa. En cualquier caso, la corporación aún evalúa la acción de tutela, también interpuesta por su equipo de abogados, en la que se pide su libertad, mientras espera la apelación de la condena que deberán presentar a más tardar el 13 de agosto, según lo dicho por la juez en el fallo que el país político y jurídico debate con vehemencia.

Tanto para bien como para mal. En ese sentido, cuestionan si observó garantías judiciales esenciales, si la pena fue justa o si la medida restrictiva de la libertad fue proporcional pese a que la condena aún no está en firme. En segunda instancia, la Sala Penal del Tribunal tendrá hasta octubre, antes de que el caso prescriba, para confirmar la sentencia o absolver.

Desde que se conoció el fallo cada nuevo hecho jurídico o político estalla los tambores de una auténtica guerra entre sectores antagónicos, que se intensificará a medida que se aproximen las elecciones. Es más, luego de la decisión judicial la polarización política, protagonista indiscutible de procesos comiciales en el país, no solo quedó asegurada, también será el combustible que acelerará el paso de las campañas, al margen de su ideología. Libraremos batallas paralelas en tribunales, plazas públicas y redes sociales.

En los días poscondena, unos y otros han asumido posiciones tan firmes como extremas, inclusive paradójicas por su ambivalencia sobre el respeto a la autonomía del poder judicial, al que defienden o repudian según su antojo, en función de cómo les va en el baile. En tanto, ultiman estrategias para obtener los mayores réditos electorales. Es evidente que derecha e izquierda buscarán aprovechar la condena para conseguir sus fines políticos, usando la información que el fallo desveló, así como su simbolismo, procurando hacerse daño político.

De momento, la derecha uniría a las fuerzas de oposición para construir una coalición sólida que sustentada en el legado de Uribe le permita aglutinar adeptos. La izquierda, aun sin rumbo electoral definido porque Petro ejerce de Petro con los aspirantes del progresismo, atiza el descrédito del expresidente, arropa a la juez y celebra el que considera un hito contra la impunidad. Los del centro miran los toros desde la barrera. Y los colombianos de a pie, quienes afrontan las crisis que nadie se ocupa de solucionar, cuando no pasan de largo, tratan de entender los intríngulis de un proceso judicial enrevesado y cuasieterno.

A diferencia de la batalla política a la que asistimos y en la que parece haberse perdido toda racionalidad, la jurídica debe ser rigurosamente librada o fallada en derecho. Cierto que la polarización acentúa los sesgos, pero en aras de la independencia judicial confiemos en que los magistrados –como es su deber constitucional– asumirán la discusión en la segunda instancia con plenas garantías en el ejercicio de sus funciones y sin ningún tipo de malsana interferencia política e ideológica que ponga en tela de juicio su decisión final o deslegitime a la justicia. Porque al César lo que es del César y a los políticos, lo de siempre, una batalla feroz.