En tiempos donde el enfoque de la televisión se ha inclinado más por la controversia que por el talento, surgen fenómenos que demuestran el poder que tienen los realities cuando logran conectar con la esencia del espectador.
El triunfo del cantante barranquillero Andrés David Altafulla Blanco en La Casa de los Famosos Colombia se convierte en la inmejorable oportunidad que este talento costeño estaba esperando hace 15 años para brillar con fuerza. También es un fiel ejemplo de cómo el público colombiano se relaciona con este tipo de formatos.
La exposición mediática que ofrecen los realities ha sido durante años una vitrina de doble filo: potencian carreras, pero también pueden desgastarlas cuando se prioriza el show sobre el ser humano. Sin embargo, cuando detrás del espectáculo hay autenticidad, inteligencia, resistencia y mucha verdad, el público responde con empatía y fidelidad, y eso fue lo que pasó con Altafulla.
Hoy muchos aún cuestionan por qué cientos de personas se volcaron el pasado lunes a las calles de la ciudad para armar una caravana de recibimiento que partió desde el aeropuerto Ernesto Cortissoz hasta el monumento ‘Ventana de Campeones’, ubicado en el Malecón del Río. Durante ese trayecto el alboroto fue absoluto y muchos habitantes de municipios como Soledad y Malambo se sumaron para darle una calurosa bienvenida a este joven de 32 años, que es visto por muchos como un auténtico héroe, porque no interpretó un papel, ni se ciñó a un guion, simplemente fue él mismo. Y eso, paradójicamente, en un reality es lo más difícil de lograr.
La respuesta a por qué tanto alboroto va más allá de los retos, estrategias o alianzas que hizo este currambero dentro de la casa más famosa de Colombia, lo que verdaderamente conectó con la audiencia fue la historia de un joven costeño que, a pesar de las burlas, las subestimaciones y los estigmas, se mantuvo fiel a su esencia.
Altafulla no ganó solo por ser polémico o divertido, sino por ser genuino. Mostró sus cicatrices, sus temores y sus sueños sin filtros, y eso fue suficiente para ganarse el corazón de millones de colombianos que lo respaldaron hasta el final con sus votos. “Yo me mostré tal y como soy, porque además de mi talento musical soy una persona estudiada, educada en un hogar lleno de amor, fui criado con buenos valores y eso creo que hizo clic con la audiencia”, le dijo el artista a EL HERALDO.
Y es que al intérprete de temas como Amigos nada más, Quizás en otra vida o Te quedé gustando le tocó remar en contra en el reality donde fue el último participante en ingresar (entró a mitad de la competencia), algo por lo que muchos de sus compañeros consideraron no merecía siquiera ser finalista.
Debido a esto fue expulsado en una ocasión y gracias a los votos del público pudo regresar. Sin embargo, cautivó a los espectadores del programa con su autenticidad y también con su desempeño en las pruebas, pues este ingeniero civil que domina a la perfección el inglés demostró que al estar bien preparado podía cerrar bocas con suficientes argumentos. Esto a la postre inclinó la balanza a su favor, dándole el triunfo en esta segunda temporada de este programa-concurso.
El fenómeno Altafulla también nos lleva a repensar el papel de los realities. Lejos de ser simples máquinas de entretenimiento desechable, pueden convertirse en escenarios donde la verdad personal, cuando es bien contada y vivida con coraje, puede derribar prejuicios y generar identificación masiva.
Hace 71 años llegó la televisión a Colombia, país donde son altamente vistos los noticieros, telenovelas y realities. Estos últimos han tenido un impacto significativo al punto de convertirse en el formato más visto y comentado. Estos programas tienen tanta influencia y popularidad que muchas personas crean en su cabeza infinidad de imaginarios: de progreso, reconocimiento, dinero, oportunidades y fama. Los realities se han convertido en un fenómeno de entretenimiento que incluso convierten en estrellas a personas que eran desconocidas.
Hoy Altafulla, además de ser un artista en ascenso, es también el reflejo de una Colombia que quiere verse en las pantallas con mayor franqueza, más corazón y menos máscaras. Su camino apenas comienza, y el país está listo para escucharlo cantar su verdad, sin ediciones ni guiones. Ahora el éxito solo depende de él, porque ya todo el país lo conoce y será su música la única que permitirá que en algunos años la gente lo siga recordando.
Su impacto ha sido tal que su música solo en Spotify ha tenido un crecimiento del 171 % en sus streams en el último mes. Así que esperemos y que este no sea solo un cuarto de hora, sino que con talento logre sostenerse en el tiempo.