Quien comete un error y no lo corrige, comete otro error mayor.

No sabemos si la Secretaría de Espacio Público del Distrito pensaba en esta frase, atribuida a Confucio, al retirar un desagradable mobiliario que había instalado semanas antes en la plaza de San Nicolás para ubicar allí a 20 vendedores callejeros. Lo que importa es que el departamento que dirige Henry Cáceres tomó una decisión equivocada y, finalmente, ha rectificado.

La Plaza de San Nicolás, uno de los sitios emblemáticos de Barranquilla, fue declarada en 2005 Bien de Interés Cultural Distrital de la Nación, lo que le confiere un estatus especial en materia urbanística.

Unos años después, y en cumplimiento de dicha declaración, el espacio de 11.700 metros cuadrados fue sometido a obras de recuperación y los vendedores que lo abarrotaban fueron reubicados en otras zonas del sector.

Los barranquilleros pudieron por fin, tras varias décadas, contemplar en toda su belleza la plaza despejada. Y, aunque aún hace falta un largo camino para convertir el lugar en un foco activo de disfrute urbano, lo cierto es que el paso que se dio fue importante dentro del incipiente proceso de recuperación del centro de la ciudad.

Así estaban las cosas, cuando, hace unas semanas, la Secretaría de Espacio Público instaló en un costado de la plaza la hilera de 20 puestos de venta, que no solo afeaban el paisaje sino que incumplían de modo flagrante la normativa patrimonial. Las primeras quejas de las asociaciones de vendedores formales fueron recogidas por EL HERALDO, que posteriormente reveló que la decisión del Distrito carecía de la autorización preceptiva del Ministerio de Cultura.

El argumento de Espacio Público de que se trataba de una medida “transitoria” no convenció ni a las asociaciones ni al Ministerio, que recomendó retirar el mobiliario.

Había un riesgo añadido: que otros vendedores ambulantes, al ver que había ‘movida’ comercial en la plaza, invadieran de nuevo el espacio, con las consecuencias nefastas que habría tenido ese regreso a los tiempos pretéritos en que San Nicolás era un atiborrado y caótico mercado persa.

Celebramos, pues, la decisión del secretario de Espacio Público de dar marcha atrás en su propósito. Ojalá se convierta en norma que los cargos públicos, cuando cometen un yerro, no se enfrasquen en defender su actuación pensando en que corregir es señal de debilidad.

Ya que empezamos con un proverbio, terminemos con otro, del poeta Alexander Pope: “Errar es humano, rectificar es de sabios”. Por supuesto, lo deseable es que el error sea de buena fe, se asuma con celeridad y no salga caro al contribuyente, como sucede con demasiada frecuencia.