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Apenas son una veintena, pero las chicas del equipo de halterofilia de Afganistán están listas para levantar montañas en una sociedad que considera el deporte femenino como un ultraje a la reputación de las mujeres.

Con medios limitados, estas mujeres se reúnen de dos a seis veces por semana en una minúscula sala con suelo de moqueta roja del Comité Olímpico Afgano, en Kabul, para practicar un deporte con el que acabar con los tabúes heredados de la tradición.

Sin embargo, aseguran que han recibido el apoyo y aliento de sus padres o maridos, como Rasheda Parhiz, una bella y corpulenta mujer de 40 años, algo raro en un país donde las mujeres suelen ser menudas.

Fue precisamente su sobrepeso lo que llevó a Rasheda a practicar deporte primero y halterofilia después cuando se creó esta disciplina en Kabul hace siete años.

Con chándal, túnica y pañuelo negros, tumbada en un banco, boca arriba, levanta una barra con más de 50 kilos de pesas: 'Son 70 kilos en total', destaca su entrenador Totakhail Shahpor.

'Hace nueve años, iba a hacer gimnasia con burka, estaba demasiado gorda: pesaba 120 kilos, me pasaba el tiempo en la consulta del médico. Ahora peso 82', explica Rasheda, cuyo récord está en haber levantado 100 kilos, lo que le ha permitido ganar ya dos copas y medallas en diferentes competiciones locales y regionales, en India y en Kazajistán.

De regreso a casa, en un barrio periférico de Kabul con calles sin asfaltar, extiende los trofeos ganados sobre una alfombra. En lugar de exhibirlos en una vitrina los guarda en una bolsa de plástico de un bazar.